tag:blogger.com,1999:blog-545918747348329002024-03-05T21:40:35.165-07:00Guilloteríapalabras a la vista.Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.comBlogger83125tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-36595738538343425982018-08-29T18:09:00.001-06:002018-08-29T18:10:55.190-06:00Se inauguró el ICC<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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El viernes por la noche en Gerli, partido de Lanús, se llevó a cabo la presentación del ICC (Instituto Convergencia Ciudadana).<br />
A pesar del frío y la tormenta vespertina, una nutrida concurrencia pobló las mesas del salón donde funcionará el Instituto. Cerca de las diez, Nahuel Camaño, referente barrial de Villa de los Industriales y alma mater junto a Román Tambini del la idea, abrió la noche con la presentación formal del proyecto. Un Instituto de políticas públicas adaptado a las necesidades del partido de Lanús y orientado a los sectores más vulnerables. En su exposición, Nahuel destacó el concepto de CONVERGENCIA como herramienta imprescindible para atravesar la anomia política en la que está sumergido el distrito. “¿Si todo es la vieja política, cuál es la nueva?”, preguntó al público. “El ICC es la nueva política”, concluyó.<br />
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A punto seguido, llegó el turno de Román Tambini. Román es un militante de toda la vida, actor del PJ nacional con una larga trayectoria profesional y académica en el área de la comunicación. A su cargo estuvo delinear el marco ideológico en el que se inserta el ICC, el modo de funcionamiento en cuanto organización y el modelo de proyectos al que aspira el Instituto. Después de un largo recorrido histórico apoyado en la proyección de un emotivo vídeo, quedó claro que el Instituto se planta con criterio patriótico y soberano. Desde Manuel Belgrano hasta Néstor Kirchner, pasando por Hipólito Irigoyen, Evita y Perón y sin excluir a referentes ajenos a la política como Tita Merello, Maradona y Olmedo, entre otros; la intención patriótica del Instituto se probó el traje de piedra fundamental y los aplausos del público ratificaron el modelo. En cuanto a la organización, fue claro respecto de la horizontalidad en las jerarquías. El Instituto tiene objetivos que se desprenden de su naturaleza ideológica y pautas de convivencia. Dentro de ese marco, las comisiones son libres de hacer o deshacer a discreción. "Él ICC es de todos. Cuidémoslo entre todos", subrayó. Para finalizar, presentó el proyecto “Corredor Aeróbico de Gerli". En colaboración con el departamento de arquitectura de la UAI, se proyectó los transformación de un baldío ferroviario lindante al puente de Rodríguez, en un espacio seguro y saludable para toda la comunidad.<br />
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Tras la exposición de Román, y para felicidad del auditorio con el producto de la parrilla presente en cada mesa, tomó la palabra Juan di Siervi. Juan es un representante local de la modernización del kirchnerismo, un militante joven que, de la mano de Agustín Rossi, impulsa proyectos que contrarresten la devastación sociocultural de la política imperante. Se mostró entusiasmado con la creación de un emprendimiento de esta naturaleza, agradeció la invitación y alentó a las comisiones que no tardaron en adueñarse de la noche.<br />
* Salud: De la mano de la Dra Lorenzo, está comisión fiel a sus principios hizo un diagnóstico sobre la política sanitaria distrital; el pronóstico no fue favorable y siguiendo ese registro metafórico la enfermedad es la insensibilidad del ajuste, los síntomas el aumento de la mortalidad infantil, la profusión de enfermedades que se creían eliminadas y las víctimas los sectores más vulnerables del universo sanitario: los niños y los ancianos. Equipar los Centros sanitarios existentes, salir a dar la lucha en el terreno y concientizar, fueron unánimemente establecidos como los medios de cura.<br />
* Legales<br />
En este área el proyecto que se presentó es la inmediata modificación de la ley para el tratamiento de la trombofilia. Hoy en día, aquellas mujeres que no pueden ser madres por dicha enfermedad están sujetas a un calvario burocrático. El pedido de la sociedad es unánime, sin embargo la ley pareciese cincelada en mármol.<br />
* Deportes<br />
En este marco, se estableció un objetivo mayor que es tender lazos entre los clubes y las escuelas para detectar y resolver problemas de conducta y aprendizaje en los chicos. Es un proyecto ambicioso y multidisciplinario, un desafío para el ICC.<br />
* Comunicación<br />
Además de comprometerse a ser el vehículo entre los proyectos de las comisiones y la sociedad, también se plantaron las semillas de un futuro emprendimiento de medios.<br />
Párrafo aparte merece #FEMILENIO, la agrupación que a través de CPC incorpora en este espacio al sujeto político del siglo XXI: la mujer. Paula Vaello y Aldana Vásquez, tomaron la palabra para compartir el trabajo que vienen haciendo con el objetivo de, nada más ni nada menos, que deconstruir la hegemonía patriarcal. FEMILENIO pretende amplificar lo bueno que vienen haciendo a través del Instituto y esa es una buena noticia para Lanús.<br />
Promediando la noche que de fría se convertía en helada, se renovaron los leños para avivar el hogar pero el calor los puso Agustín Balladares. Agustín es un nombre propio ganado en base a elocuencia y trabajo de base. Un dirigente joven con un futuro sin techo. Agradeció la invitación al evento y cautivó al auditorio con su análisis preciso sobre la realidad nacional y local. “Quiero ser breve, pero siempre soy larguero", dijo a modo de excusa. No importó la extensión. Capturó la atención de principio a fin.<br />
El cierre de la noche fue una metáfora infinita del clima político que nos toca vivir. Tomó la palabra Carlos Matallanas. Carlos es un paciente con diagnóstico de ELA, una enfermedad que hostiga al cuerpo del modo más artero pero conserva la lucidez mental. Carlos, previo al desembarco de Lombardi, mantenía un programa en Radio Nacional. Un ejemplo de lo que debería ser la radio del Estado Argentino, desmembrada por la obnubilada visión política de Cambiemos. Las palabras de Carlos, ayudado por su hermano, fueron de una profundidad espiritual que ponia la piel del gallina. " Les pido que se pongan en mi cuerpo", fue lo primero que dijo. Un gigante de la comunicación que a Lombardi no le cerraba.<br />
Contra esto surge el ICC. Román Tambini y Nahuel Camaño lo entienden de esa manera. Ahora la pelota está en sus manos y la estela de lo que dejó la noche es optimista respecto de como la vayan a jugar.<br />
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Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-61217377794053663102014-08-05T01:12:00.002-06:002014-08-05T01:16:05.574-06:00Una triste historia<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Les voy a contar una historia que
tal vez muchos conozcan. Hace mucho, mucho tiempo, la gente hacía sus
transacciones con piezas de oro y otros metales preciosos. Monedas mucho más
pesadas que las actuales, que se llevaban de acá para allá en bolsitas de
arpillera atadas con un cordón. La inflación es muy vieja, y resulta que la
gente de aquel antiguo entonces se veía conminada a llevar mucho peso encima
para comprar los artículos en los mercados. Entonces, a los orfebres del oro se
les ocurrió una buena y samaritana idea: ofrecer sus baúles para que la gente
guardase su oro y entregarle un comprobante de que tanta cantidad de oro estaba
guardado en su orfebrería. Hete aquí que las transacciones comenzaron a hacerse
más “livianas” y este éxito se diseminó por las calles, la gente acudía feliz y
los comerciantes aceptaban con gracia esos comprobantes como forma de pago. El
sistema innovador marchaba sobre ruedas, pero en una epifanía de vaya a saber
el fantasma de quién, uno de los orfebres cayó a la cuenta de una realidad poco
tenida en cuenta hasta entonces: la gente gasta menos plata de la que tiene.
Con mucha astucia, el orfebre en cuestión mezcló todas las monedas en un mismo
baúl y empezó a prestar dinero con una tasa de interés que se cobraba para sí
mismo. Esta argucia para ganar dinero sin trabajar era realmente fructuosa, y
el orfebre, embriagado de vanagloria y probablemente de vino, le contó a un
amigo de su truco. Este lo miró, pensó un instante y le hizo una pregunta
bastante erudita: ¿Y si a todos se les ocurriese retirar su dinero al mismo
tiempo? El orfebre le contestó que eso no iba a pasar nunca y no perdió la
sonrisa, sin embargo nunca se le fue del todo esa pregunta. Día y noche,
mientras recaudaba kilos de dinero, pensaba en esa misma cuestión. Un día,
cansado de rumiar esa obsesión, agarró mucho de ese dinero que había juntado y
se dirigió al parlamento más cercano con una propuesta: Ya que tan útiles al
sistema habían demostrado ser esas orfebrerías, porque no devolverles algo de
agradecimiento al permitirles por ley prestar hasta diez veces sus reservas. La
ley se selló, y el hombre pudo volver a dormir tranquilo con su estafa
legalizada.<o:p></o:p></div>
<span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES-AR; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">La moraleja de esta historia es que no todo
aquello que es ley es justicia, entonces pensemos en el Juez Griesa y preguntémonos:
¿Qué estamos haciendo discutiendo la legalidad del sistema bancario?</span></div>
Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-8442606416762251062012-03-12T12:59:00.006-06:002012-03-12T14:32:49.031-06:00La bisexualidad estructural en las clases del Profesor José María Vergatiesa<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">¿Qué es un puto reprimido? A ver, ¿qué me contestan? Porque si es verdad que en el inconciente la sexualidad no tiene género, todos los heterosexuales reprimen su homosexualidad y viceversa. A menos que quieran creer en el macho perfecto o en el puto puro. Si señalamos la existencia del puto reprimido también deberíamos admitir el chongo reprimido, una aberración. Pero no quiero ser arbitrario ni desviarme del tema. No, no. En la lava del inconciente la sexualidad es una potencia. Concepto cartesiano, perfecto, un moño al paradigma del pensamiento europeo. En un principio solo hay pulsión indiferenciada que se moldea en el contacto con el medio. Nace un hombre en Burzaco, lo llaman Roque, lo hacen socio del club, le ponen la camiseta de fútbol, las medias; se descubre el pito, el padrino le dice que es para las minas, la abuela va a la iglesia, el padre ordena que cualquier cosa menos puto. No hay una predeterminación genética, pero Roque tiene pocas posibilidades de que una vez solidificada su lava determine un ser homosexual. Pocas, dije, no ninguna. Conocer a fondo los engranajes de la determinación sexual es una ecuación con muchas X para las ciencias psicológicas, sabemos poco, pero uno puede inclinarse por pensar que existe una predisposición ambiental hacia uno u otro subgénero. “Papá milico + Mamá hippie = Hijos putos”. Desde ya que no siempre, es simplemente una estadística para apoyar mi conjetura, porque el meollo está en el lenguaje y es a esto a lo que quería llegar, recapitulemos, la sexualidad es una masa indiferenciada, toma posición en el contacto con el mundo y la inclinación sexual se determina por predominancia. ¿Entonces por qué existen popularmente los “putos reprimidos”? ¿No sería una redundancia? No, no es una redundancia, es un fenómeno nuclear de lenguaje. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Les voy a contar un cuento:<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-size: large;">“Estamos en la polis griega. El Partenón, las calles de piedra, los anfiteatros y dos señoras que baldean la vereda. Hablan de la decadencia, de la usura, de lo mal que se visten las espartanas, y por la calle pasa Sócrates, borracho como una cuva. Ellas se callan, dejan de barrer, hacen que lo ignoran. Sócrates sigue caminando pero antes de llegar a la esquina se levanta la túnica y les muestra el culo. <o:p></o:p></span></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-size: large;">- ¡A ver cuándo se dejan de…. “filosofar” ustedes, y se ponen a laburar! – grita una, sacudiendo las pajas de la escoba.<o:p></o:p></span></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-size: large;">El hombre filosofa desde que el mundo es mundo, pero solo a partir de ese momento lo hace con nombre propio. ¿Cuál es el efecto? Muchos años después, otras dos mujeres barren la misma vereda y esta vez es Aristóteles quién les muestra el culo.<o:p></o:p></span></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-size: large;">- ¡Qué se le va a hacer, son filósofos! – le dice una a la otra y se ríen.<o:p></o:p></span></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-size: large;">La Comunidad de la Polis no pudo contener tanto pensamiento revolucionario, entonces lo dejó pasar pero con su sello: <b><u>FILOSOFíA</u></b>.”<o:p></o:p></span></i><br />
<i><span style="font-size: large;"><br />
</span></i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Así actúa la represión, en consiguiente si alguna vez conocieron alguien que haya merecido la expresión “¡Je, si este no se come la galletita es porque no alcanza la lata!” si no es gay en acto, lo es en potencia. Todos los heterosexuales reprimen su parte homosexual, pero algunos pareciera que peor que otros, o mejor, depende el punto de vista. ¿Los motivos? ¿Madre sobreprotectora + padre ausente? No, también podría ser esquizofrénico como Schreber, pero no importa. No sé cómo es la combinación, pero lo seguro es que hay heterosexuales que no convencen a nadie: <b><u>PUTO REPRIMIDO</u></b>.<b> <o:p></o:p></b></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">“¿Pero entonces cómo es? ¡Vamos profe, no sea malo! Nos portamos bien todo el año, dele, cuéntenos. ¿Qué quiere que hagamos para que nos cuente? Mire que somos capaces de cualquier cosa, eh. ¿Quiere probarnos? Pídanos lo que quiera”. ¿Son hombres o mujeres? A vos te pregunto, al que está del otro lado de la pantalla, ¿preferirías que sean hombres o mujeres? La diferencia es anatómica, pero también es semántica y en el caso del par homosexualidad/heterosexualidad es semántica pura, por eso hay un puto reprimido, porque el significante genera significado y cuando este cacerolea la puerta del Banco de la Conciencia no queda más que inventar el Patacón, el Puto Reprimido en nuestro ejemplo. Pero bueno, basta por hoy. Necesito masturbarme y no les voy a contar cómo ni con qué. “Dele, profe…” ¡A dormir, carajo! El profe quiere estar solo.</span><o:p></o:p></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-18067939905161067042012-03-10T17:52:00.007-07:002012-03-10T21:13:46.579-07:00"La Inmensa Ubre: Monólogo interior con los dientes apretados".<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-size: large;">¿Qué es ser oscuro? ¡La mierda es oscura! ¡Puta, puta, puta, puta! Sabés bien lo que sos, una puta. ¿Pero quién te creías que eras? ¿Sabés cuántas me garché como vos? Las pibas no entienden nada, no hay caso. Uno les dice, “mirá que esto es nada más que sexo”, y las pelotudas se enamoran. Pero a mí no me agarran más, eh. La última, hija de puta, me cagó con un peruano. La encontré a la conchuda chupándole la pija en mi cama. Un peruano…la concha de su madre. ¿Y vos rubia, te acordás, no, el versito ese de que tu novio no te daba la que yo te doy, que conmigo te divertías y que la mar en coche? Te fuiste con él, hija de puta. Me exprimiste como una naranja y terminaste arreglándote con él. Igual, a mí qué carajo me importa. El otro día me cogí una pendeja que era una modelito. ¡No sabés lo puta que era! Un culito que le podías apoyar un vaso. ¿Sabés cuántas hay como vos, con esa carita de buena, de alma comprensiva? Te creías que eras mi mamá ¿Cómo pudiste ser tan mierda, dejarme así? Igual no estoy resentido, no. Me duele nada más que lo hayas hecho así, hacerme quedar como un pelotudo... justo a mí. Que no me entere que estás cogiendo con otro porque los mato a los dos. ¡Te lo juro! A él le corto las pelotas y a vos te encajo dos tiros. A mí se me respeta, puta. Igual, que se yo, en el fondo te sigo queriendo. Pasa que sos muy difícil, a veces te ponés tan terca que me dan ganas de encajarte una trompada. Si hubiéramos tenido el pibe la cosa hubiera sido distinta, pero vos y el hijo de mil puta ese de tu papá que me mandó a los pibes para que me apretaran. ¡Mataste a mi hijo, loca! Después claro, es fácil ponerte la pollerita y andar mostrando el culo por el barrio, total, ni una estría. ¡Qué bronca que me da todo! El pelotudo del portero que limpia la vereda como si la estuviese regando. ¡No hijo de mil puta, el agua no es infinita! ¡Mové ese culo gordo y barré las colillas en vez de empujarlas con el chorro! Pero qué se yo, para qué me voy a calentar. Un hijo de puta apaga un cigarrillo en la vereda y otro hijo de puta lo barre con la manguera. No hay nada que hacer. Si el bondi tiene que doblar te encierra, si fulana saca a pasear al perro no levanta la mierda, si el pibe duerme en la calle lo esquivan. ¡Qué me voy a andar calentando yo por el agua corriente! Y todo es así acá, ¿sabés? Y dale que va, dale que va, hasta que un día decimos “¡Ma, sí, yo me voy a vivir al Bolsón!” como si no fuera el mismo mundo que arruina el portero.“¡Pero acá se respira un aire distinto!” y te hacés una cabaña con paneles solares y te vestís de leñador. Un día se te acaba la merca y te das cuenta de todo. Te estás cagando de frío con la nieve hasta las rodillas y si tenés huevos te pegás un tiro, sino te la fumás hasta que te morís solo. El hombre nace, se reproduce y muere, vos te salteaste un paso, ¿pero qué importa? ¿Traer más gente a este mundo de mierda? ¿Para qué? ¡Decime la verdad, hija de puta, que no querías tener un hijo mío! Yo soy parte de este mundo de mierda, pero vos también. No mirés de costado, que “pobres los tareferos del norte”, que “pobres los refugiados de Haití”. ¡La injusticia pasa todos lo días por la puerta de tu casa! Pero total después rezás y se te pasa, ¿no? Y si no rezás te fumás uno, te clavás una paja ¿a vos qué te importa? Llamás por teléfono y te cae una guatemalteca que te quiere enamorar para hacerse lo papeles, y te la chupa, ¡Dios si te la chupa! pero vos ya estás muerto, aunque claro, como todavía se te para creés que seguís viviendo, y te metés una pasti, que se te rompa la chota de tanto coger, y la mierda sigue, te pasa por al lado mientras la guatemalteca hace que tiene un orgasmo, le tiemblan las piernas, grita, pero lo único que le importa es que acabes rápido para sacarse de adentro ese pedazo de carne asquerosa, esos huevos colgantes que le golpean el culo, ese olor a placar. Y vos se la metés y se la metés como si estuviera viva, pero no te das cuenta. La vida es la concha que sigue mojada, la boca que jadea, después se va de tu casa y qué carajo te importa. Podría estar viva o muerta que te da lo mismo, ¿mejor viva así te la puede chupar, no? Pero tenés el teléfono, llamás y te mandan otra y si no te gusta otra y otra, la pedís negra con dos pezones de crayón para que te haga cosquillas en el culo. “Se murió la guatemalteca, qué cagada” ¡No se murió hijo de puta, la mataron! Pero prendés la tele y hay fútbol. ¡Referí, la concha de tu madre! Y “vamos a matar a esos putos de Boedo” como si fueran una mierda distinta de la tuya. ¡Qué país! ¿Pero qué se le va a hacer, no? Mañana hay que volver a levantarse temprano. </span><span style="font-size: medium;"><o:p></o:p></span></span></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-17627999069265243292012-03-08T18:24:00.003-07:002012-03-10T22:32:08.988-07:00En el tiempo que TT significaba Turno Tarde<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><div style="text-align: left;"></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 0cm;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"><span style="line-height: 150%; text-align: left;">Era el objetivo primordial de todos los alumnos avanzados de la escuela primaria, hacer sonar la campana de la iglesia antes de entrar el primer día de clases. La escuela era laica, pero estaba sobre una ochava que se comunicaba por un pasillo peatonal con el patio de la iglesia. Nadie sabía cuándo había comenzado la tradición, ni quiénes habían sido los primeros en hacer sonar la campana, pero todos los años (o casi todos) cuando la muchedumbre de madres y guardapolvos blancos esperaban a que se abriera el año lectivo, se escuchaban campanadas profanadoras. En ciertas ocasiones el cura merodeaba el patio como un cuervo vigilante y era difícil arrebatar la campana, por eso había años en que, para desprestigio de los alumnos que empezaban séptimo, no se oía el tañido del bronce hasta bien entrado el ciclo lectivo. Existía un temor supersticioso alrededor de esos años que comenzaban sin campanas, pero el riesgo de ser descubierto era grande y si el cura vigilaba no había nada que hacer. Si bien, como se ha dicho, el colegio era laico, parecía haber una correspondencia disciplinaria entre la escuela y la iglesia. No hacía mucho tiempo, un grupo de alumnos que fuera descubierto por el cura en pleno acto de violación, había sido castigado por la directora una vez en la soberanía de la escuela. Era difícil saber si la correspondencia era ideológica, o simplemente una diplomática relación entre vecinos, pero yo había visto con mis ojos de cuarto grado cómo un grupo de alumnos del 7 “C”, pasó la primera semana de clases sin poder salir al patio en los recreos. Mi aula de aquel entonces estaba sobre el pasillo que conducía al patio grande, y durante toda la semana vi como esos cinco agachaban la cabeza y eran conducidos por la mismísima directora a Dirección. Se hablaba mucho de esa oficina, era el lugar temido a donde se enviaba a los alumnos que habían cometido una falta grave. Mencionar la palabra Dirección tenía el peso de una plomada en la laguna de amenazas que nos proferían las maestras, y en ese mediodía soleado que recibió mi primer día de sexto grado, recordé el castigo exagerado que habían recibido los mártires de séptimo. Pero no me importó, le comuniqué a Diego mi intención de que ese año fuéramos nosotros los que hiciéramos sonar la campana. En un principio no me creyó lo suficientemente osado y se rió de mi idea, pero yo insistí y logré persuadirlo. Se lo comunicamos a Pablo, a Fede y a Javier quienes en un principio, como Diego, dudaron de practicar la doble trasgresión de hacer sonar la campana siendo alumnos de sexto. El riesgo era doble porque una semana en dirección para un alumno de séptimo era el castigo posible de una misión obligada, en cambio nosotros seríamos el centro de las burlas si llegásemos a fallar, y de conseguirlo tampoco la tendríamos fácil. Los de séptimo no tomarían a bien ese arrebato de prestigio y de una manera u otra iríamos a pagar cada centavo de esa deshonra. Hubo dudas, y Fede que mencionó haber escuchado a los de séptimo advertir que estaba dando vueltas el cura. En esa Iglesia de la Sagrada Familia oficiaba un cura con fama de cascarrabias, un hombre retorcido de ideología de Opus Dei que no permitía los escotes ni las polleras cortas en su iglesia. Era no mayor que mi papá y usaba el pelo engominado. La sonrisa que les dispensaba a los feligreses cuando salían de misa era incómoda a su cara de vinagre que sostenía un par de anteojos de marco delgado. Había un exceso de pulcritud en el cura que miraba a los alumnos como si fuéramos bandidos, dignos de ser catalogados en la fila de los sospechosos. Ninguno de nosotros concurría a su iglesia ni a ninguna otra, no nos preocupaba la idea de Dios y salvo algunas excepciones ninguno había tomado la primera comunión. El cura era un personaje siniestro, como la directora pero sin el fondo de cariño que sale a relucir una vez que los años convierten a la escuela en un recuerdo. El cura, en cambio, era simplemente una instancia censuradora tal y como lo recuerdo hoy. Los cinco nos acercamos a nuestras madres para que supieran que estábamos juntos y no tuvieran la mala idea de preguntarse por nosotros. Para ellas el primer día de clases también significaba rencontrarse después del receso veraniego y a medida que íbamos superando las etapas de la escuela, menor era el interés que mostraban por nosotros y mayor nuestro grado de libertad. También eso nos jugábamos en la aventura, la confianza de nuestras madres. </span><span style="line-height: 150%; text-align: left;"> </span><span style="line-height: 150%; text-align: left;">Bajamos a la calle para eludir el amontonamiento de la puerta, y una vez a la vista de pasaje peatonal volvimos a mezclarnos con la gente. El pasillo que comunicaba la ochava de la escuela con el patio de la iglesia era de lajas oscuras y transcurría a la sombra de unos paraísos que tapizaban el suelo con bolitas amarillas. Eran comunes las guerras de esa munición que en ocasiones enfrentaba a grados, divisiones u ocasionalmente a hombres y mujeres de un mismo curso. Pero en ese momento no nos interesaba el fruto de los árboles sino su sombra, un escondite para ascender hasta el patio de la iglesia sin ser descubiertos desde la ochava. Teníamos la excusa de comprobar la verdad en la noticia que nos había acercado Fede, pero contrario a sus dichos no encontramos al cura. En el patio de la iglesia los sonidos de la ochava llegaban diferidos, como un susurro lejano que era la música de fondo y el escenario que deseábamos conmover con nuestra obra. ¿Qué le explicaría su madre a un chico de tercero o cuarto grado que preguntara por qué habían sonado las campanas? El mero hecho de ser protagonista de algo que mereciera ser explicado, era una excusa suficiente para asumir el riesgo de hacer sonar la campana. Pegados a la pared, invisibles a las ventanas de la iglesia nos detuvimos en un rincón de sombra. Era la última escala que podíamos admitir sin que se evidenciara nuestro miedo. Repasamos con la mirada una y otra vez el mismo patio de baldosas rojas con la esperanza oculta de descubrir que el cura estaba vigilando. La campana estaba a dos metros de nosotros, entregada como un gigante dormido en el campanario de madera. Hubiese bastado cualquier excusa para que echáramos el plan atrás, pero la soledad y el silencio del patio no nos permitieron ese lujo. Se puso en juego el honor, la vergüenza, por primera vez nos estábamos midiendo el pito. El huevo de la serpiente se estaba descascarando, pero había sido incubado </span><span style="line-height: 150%; text-align: left;"> </span><span style="line-height: 150%; text-align: left;">más temprano, cuando nos rencontramos en la ochava de la escuela. Tres meses sin vernos permitió que apreciáramos el “estirón” que habían sufrido. El que no había crecido en altura, tenía sombra de bigote o pelos en las piernas o le había cambiado la voz; y también estaban las mujeres, esas cohabitantes del aula a las que si uno les hablaba era acusado inmediatamente de “mujeriego” o “mariquita”, que también habían crecido. Laura, Patricia, Giselle, Juliana, todas tenían un vuelo distinto en el guardapolvo, y a diferencia de nosotros que seguíamos siendo los mismos pero en envases más grandes, la maduración de la mujeres se evidenciaba en el peinado y en algunos casos una sombra de maquillaje. Estábamos compitiendo por las mujeres, aunque fuera inaceptable, nos importaba que nos pensaran viriles, que supieran que habíamos sido nosotros los que profanaron el campanario de la iglesia. Ninguno de los cinco estaba dispuesto a dar un paso atrás, relegar el atractivo y aceptarse inferior frente a los competidores/compañeros. Javier, astutamente, se ubicó en el plano de una formación de compromiso y asumió el rol de “campana” en el sendero de los paraísos. Los cuatro que quedamos sentimos envidia por su ingenio proactivo, pero también alivio de sabernos con un par de ojos en la espalda. Martín fue el que dio el primer paso para allanar las baldosas que nos separaban de la campana, con la urgencia de un buzo que sale a flote después de haber mantenido la respiración y el resto lo seguimos instantáneamente para licuar su liderazgo en el menjunje de lo incomprobable. </span><span style="line-height: 150%; text-align: left;"> </span><span style="line-height: 150%; text-align: left;"> </span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">- ¡Apuren que ahí vienen los de séptimo! – gritó Javier con el volumen de un susurro.<o:p></o:p></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"><br />
</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"><span style="line-height: 150%;">El corazón me golpeaba el pecho como si acabara de bajar</span><span style="line-height: 150%;"> de la montaña rusa. La piel de la campana era rugosa, fría y resquebrajada.</span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><div style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">- ¡Dale! – nos volvió a gritar Javier con nerviosismo.</span></span></div><div style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large; line-height: 150%;">Me temblaban las piernas y el deseo de volver adonde estaba mi mamá era insoportable. Seguramente estaría preocupada, ya le habría preguntado a alguien si me había visto, estrían buscándonos en la ochava, todo el mundo nos iba a acusar.</span></div></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"><span style="line-height: 150%;">- ¡Vamos! – insistió Javier con </span><span style="line-height: 150%;">desesperación y pudimos escuchar las voces de los de séptimo.</span></span></div></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"><span style="line-height: 150%;">Alguna vez me habían contado la historia de un hombre que levantó un auto por la desesperación de ver a su hija atrapada, en un origen parecido rescatamos la fuerza para inclinar la falda de bronce y dejarla caer contra el badajo. Las campanadas sonaron como el infierno y yo corrí, no volví la cabeza para ver si nos seguía el cura, los chicos de séptimo o si el cura los había atrapado a ellos, corrí por el pasillo en dirección opuesta de la ochava y seguí corriendo por la calle del correo. Como nunca, sentí que el alma estaba en mis piernas y que el espacio y tiempo entre la iglesia y la esquina no se correspondían con la realidad. La hermandad se había convertido en un sálvese quien pueda, un par de ojeras de caballo que apuntaban a la esquina como si el mundo se resolviera en esa fuga que había que alcanzar antes de oír el grito acusador. Tomé la curva con la estabilidad de un coche deportivo y fue como si rompiera una cinta imaginaria en una pista de atletismo, Fede, Javier, Pablo y Martín estaban conmigo, una sonrisa grande que ocupaba todas las caras y el jadeo para recuperar el aire que habíamos perdido en el</span><i style="line-height: 150%;"> sprint. </i><span style="line-height: 150%;">Un castigo ejemplar podía encontrarnos a la vuelta de la esquina, la ochava debería ser un infierno y nosotros no estábamos allí para defendernos con mentiras. Pero estábamos orgullosos, como el peinado de las chicas, subjetivamente empezábamos a crecer.</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: 'Courier New', Courier, monospace; font-size: large;"><br />
</span></span></div></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-63161178526164092412012-03-04T22:39:00.010-07:002012-03-06T08:41:21.978-07:00Marcial y el Dragón<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">La sombra que cubría casi toda la laguna, desde el punto de vista del dragón era más grande que la montaña. El atardecer era el momento mágico donde todo se transformaba, las sombras parecían más grandes que los objetos, el cielo descubría sus estrellas y la vesícula de fuego sustituía el calor de las escamas. Sintió el cosquilleo en la panza del cambio de sistema y se acostó en el pasto para disfrutar de la noche. Echó humo por la nariz, no porque necesitara eliminar monóxido sino porque le gustaba observar las volutas. Sacudió las alas para liberar el primer calor y volvió a pegarlas al cuerpo, fue entonces que sintió los tres pinchazos en el lomo. Se dio vuelta enceguecido de dolor y vio la sombra de tres humanos que se escabullían en el bosque. Quiso levantar vuelo para perseguirlos, pero un sueño artificial le nubló la mirada y le venció las rodillas. Cuando despertó, un sopor agudo le atormentaba la cabeza. El reflejo térmico le exigía que sacudiera las alas, pero no podía canalizar el esfuerzo. Sentía el cuerpo desconectado de la cabeza, como si fuera de otro dragón. Estaba acostado sobre un jergón incómodo que se le incrustaba en las escamas del vientre. El mundo le ingresaba a cuentagotas por los ojos, pero el clima era lúgubre y el aroma malsano, con exceso de azufre. Sintió un peso extraño alrededor del cuello, algo que no le pertenecía y el pavor le inyectó vida, los vidrios de la niebla estallaron en sus ojos de serpiente y el sopor se disipó como las volutas de humo en el aire. Estaba en el fondo de una caverna, acostado sobre un colchón de piezas de oro como si hubieran desangrado una montaña entera para convertirla en parásitos dorados. En el fondo de la caverna una hendija de luz le señalaba la salida, el dragón agitó las alas y voló para escapar a la tortura pero el peso que le afectaba el cuello le dio un tirón en la garganta y lo obligó a flotar. Una cadena de eslabones de hierro lo mantenía unido a la pared de la montaña. El dragón tiró de la cadena pero no pudo romperla, y con el espasmo doloroso que significaba arrojar fuego por la boca trató de derretir el hierro. Los labios se le llenaron de ampollas pero el hierro ni siquiera cambió de color. Lo habían atrapado. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">Marcial se despertó con el ruido de la puerta. Todo pasó en un segundo, la mano que le apretó la boca para ahogarle el grito, los soldados llevándose a su mujer y a su hija, y el golpe en la cabeza que lo dejaba inconsciente. Despertó en una celda fría, penumbrosa y húmeda junto a otros tres campesinos. Marcial se tocó la cabeza y sintió la costra de sangre pegada en el pelo. Estaba mareado y le dolía el golpe en la cabeza. Sus compañeros de celda lo miraban sin interés. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">- ¿¡Dónde está mi mujer!? ¡¿Mi hija?! – preguntó Marcial, y su plegaria fue un eco en el vacío. - ¿¡Dónde están!? – gritó, y sirviéndose de la pared como apoyo se acercó a uno de sus compañeros. - ¿De qué se nos acusa? – le preguntó a un muchacho rubio, algo más joven que él, que le atinó una sonrisa desencantada. - ¿¡De qué se nos acusa?! – repitió Marcial y lo arrebató de la solapa. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">- No se nos acusa de nada – le contestó el rubio como si le hubiera dejado de importar la vida – Fuimos reclutados para robar el tesoro de Ajuar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">Marcial seguía sin entender. Le preguntaba por qué, quería saber de su mujer, de su hija, alguien que le diera alguna explicación y zamarreaba al joven como si fuese el dueño de las respuestas. Otro de los prisioneros, un hombre mayor que ellos, de pelo largo y canoso, lo tiró al piso de un empujón. Marcial sintió vértigo y un dolor agudo donde los soldados le habían dado el golpe. Se calmó sin que se lo pidieran, y el hombre que lo había empujado le explicó que el tesoro de Ajuar era un anhelo de la princesa, que ellos habían sido reclutados porque el príncipe no quería perder soldados en un capricho de su mujer. Marcial pensó en reclamar justicia, quiso gritar, pero se dio cuenta que sería inútil. Miró los ojos desanimados del rubio y sintió un espasmo en el pecho que transformó esa mirada en un espejo de la suya.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">- Si traemos el tesoro, liberarán a nuestras mujeres y a nuestros hijos– agregó el otro prisionero, un joven robusto, de barba tupida y vozarrón de toro.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">Los días para el dragón se hicieron largos, idénticos y silenciosos. Una vez al día le llovía el cadáver de un cordero para que se alimentara y solo esa hendija en el fondo de la cueva era su pantalla del mundo. Había aprendido a descubrir el atardecer en las sombras, el momento transformador donde esperaba el milagro que nunca ocurría. Soñaba despierto que sobrevolaba la laguna, que mojaba las garras y las puntas de las alas en un vuelo rasante. Extrañaba el brillo sol, las formas de las montañas, el aire del bosque, la levedad de las mariposas, el aroma de las flores, el ruido de la cascada, la suavidad del pasto y el canto de los jilgueros. ¡Lo único que posee un dragón es su libertad! Le habían quitado todo. Las escamas del vientre se le habían endurecido por el contacto con el oro, pero el cuerpo lo sentía débil. A la hora que la luz de la hendija señalaba el amanecer, aprovechaba para ejercitar las alas y volaba en círculos por encima del montón de oro. Le costaba creer el trabajo que se habían tomado los hombres simplemente para torturarlo. ¿Por qué a él?, se preguntaba. Los dragones tenían un temor instintivo a esa raza que compartía sus pensamientos mediante el uso de la voz, le huían a los humanos, pero él no había sido precavido y ahora sufría la tortura de oro y soledad. Se acostó en su lecho y cerró los ojos, soñó que el grillete estallaba en mil pedazos, que volaba hacia la libertad pero se estrellaba contra la hendija.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;"> <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">Marcial caminaba al frente junto a Bruto, el joven con voz de toro. Atrás, no muy lejos, venían los otros compañeros de celda, Clelio, el de pelo canoso, y el rubio que se llamaba Valerio. Los cuatro tenían armas, víveres y gozaban de buena salud. Caminaban por un valle alfombrado de lavandas, a pocos kilómetros de una aldea de pastores. El rubio se retrasó en la fila y aprovechó un momento de distracción para huir a la carrera. Le sacó buena distancia a Clelio que era el menos atlético de los cuatro, pero este pidió la ayuda de Marcial y de Bruto que corrieron y tumbaron a Valerio. Un desertor disminuía las probabilidades de recuperar el tesoro de Ajuar, además de alentar a los otros a imitarlo y condenar a sus mujeres y a sus hijos. La esposa de Bruto estaba en el quinto mes de embarazo cuando fueron secuestrados, y antes de partir, sus captores le habían dicho que si no volvía con el tesoro violarían a su mujer, y si su hijo fuese varón limpiaría las letrinas en el campo de batalla y si fuera mujer trabajaría de prostituta en la cárcel de la ciudad. Bruto fue el primero en llegar hasta Valerio, y una vez tumbado lo golpeó en la cara hasta que la sangre y la hinchazón le deformaron las mejillas y las cejas. Clelio otra vez lo defendió quitándole a Bruto de encima, y se encargó de atarle las manos y obligarlo a caminar delante de su vista. Valerio lloraba con la desesperación de los condenados, amaba a su hijo y a su mujer pero más amaba la vida, la música, las tabernas y las putas. Estaba dispuesto a sacrificar todo por una nueva vida para él, pensaba que rescatar el tesoro era una empresa imposible, que se estaban inmolando inútilmente, que tenían más posibilidades de recuperar a sus mujeres desertando que enfrentando al dragón. Bruto se adelantó para no escucharlo y Marcial sostuvo la inercia que lo mantenía en camino. Afilaba la jabalina con el canto de una piedra mientras oía el llanto apesadumbrado de Valerio. Envidiaba el desprendimiento del rubio, él no desertaba por culpa, no poseía esa determinación que Bruto interpretaba en Valerio como un acto de cobardía. Para Marcial el cobarde era él, que caminaba hacia la muerte por la penosa diatriba de hacer siempre lo correcto. Hablaba mucho con Clelio, un sacerdote sin sotana ni burocracia, que lo escuchaba por piedad. También Marcial lo oía, su vida, una desdichada actuación en un papel que no quería interpretar. Su cuna pobre de campesinado le había impedido abrazar el sacerdocio. Para Clelio matar al dragón, recuperar el tesoro de Ajuar era la aventura que había esperado toda la vida. Sabía que él y sus compañeros eran la excusa del príncipe, cuatro cadáveres para echarle en cara a su mujer a la hora de sopesar sus caprichos. La misión del príncipe era una mueca del destino para Clelio, en el peor de los casos un pasaje a la muerte en condiciones de dignidad. Con matices, también Marcial se identificaba con él. Tampoco le gustaba su vida, ese incesante porvenir de la rutina, las jornadas en el campo y el cansancio que le vencía los párpados en los escasos momentos en que se podía relajar. Recordaba su infancia en el campo, las semillas blandas que su papá le enseñaba a desechar, la bendición del agua y las noches de invierno con un cuenco de sopa a la lumbre del fuego. Tampoco tenía el valor de Clelio para aceptar que su vida adulta le era incómoda, una risa forzada para engañar a su familia y la soledad deseada, abrumadora, el gesto doliente con que cosechaba las espigas de trigo. Marcial buscó consuelo en la compañía de Bruto. Era un hombre que derrochaba entusiasmo, pasión, aunque si se lo miraba con “ojo de dragón” era un niño asustado que utilizaba la ignorancia como fuente de optimismo. La imposición de lo correcto era para Bruto la verdad incuestionable en la que se resolvía la vida, sin preguntas, sin reflexión. No tenía una estrategia para robar el tesoro o matar al dragón, simplemente pensaba en su mujer y en el hijo que debería estar naciendo en algún calabozo del principado. Amaba su vida perfecta, como un buey ama el arado que le asegura el techo, la comida y el arcabuz del granjero que aleja a los predadores. Pensaba recuperar su vida con el optimismo de un insensato, como si fuera un trámite hacerse del tesoro más codiciado de todo el imperio. Marcial demoró el paso y se alejó de Bruto para no empañar su dicha con un baño de realidad. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">Recostado sobre el jergón de oro y con la mandíbula apoyada en sus patas delanteras, el dragón esperaba que asomara el sol. El ambiente destemplado de la cueva y el viento que arrastraba hojas y flores secas señalaban el otoño, la estación de año en la que a media mañana el sol coincidía con la estrecha abertura de la cueva. El dragón reflexionaba sobre la libertad, una condición de la que había gozado sin las pautas a la que estaba sometido el sol. Imaginó que también era cautivo de seres malignos, que había sido encadenado a la bóveda del cielo y estaba obligado a volar en círculos igual que él. Esperaba el turno de verlo con un aire de nostalgia, como si fueran compañeros de una misma pena. La extremidad redonda y luminosa del sol creció de la roca como si escapara de un eclipse. El dragón cerró los ojos para que no lo encandilara la luz y disfrutó de los rayos que le calentaron el hocico, los músculos entumecidos y las articulaciones doloridas. Le habían arrebatado la juventud, la inocencia y la alegría que recuperaba como un espejismo en esos minutos que lo acariciaba el sol. Sentía pena de no tener con qué devolverle el gesto a su compañero que ahora acaparaba toda la hendija. Pronto se iría y el cielo volvería pintarse de monotonía celeste, el color que había adoptado como el signo de una muerte anticipada. El dragón, manso como todos los de su raza, se enfureció de impotencia mientras veía que el sol se retiraba de la hendija. Otra vez la soledad, ese péndulo eterno, inútil y agorero símbolo del tiempo que no pasaba nunca. Las alas le dolían, hacía mucho que había dejado los paseos matutinos, que había perdido la esperanza de reconquistar la libertad. Esperaba la muerte con la misma paciencia que esperaba el otoño para ver el sol. Un suspiro profundo expiró en dos columnas de humo que escaparon de la chimenea de su nariz, y sus ojos que seguían los fantasmas grises se detuvieron en la entrada de la cueva. Cuatro pequeñas siluetas cortaban el color del cielo. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">Marcial se detuvo en la entrada de la cueva, Clelio juntó las manos y se las llevó al pecho en posición de rezo y Bruto le tapó la boca a Valerio para evitar que gritara. El dragón era una inmensa serpiente de piel naranja y ojos verdes que se levantó sobre el tesoro y extendió las alas. Una montaña de oro dormía bajo su vientre, el tesoro de Ajuar era el más grande de todos los reinos, una leyenda que ninguno de los cuatro parecía apreciar. Como la mayoría de los humanos, nunca habían visto un dragón. Se sintieron diminutos, vulnerables como una mosca en la tela de una tarántula. La fuerza de Valerio no era suficiente para escapar de los brazos de Bruto, pero su desesperación abrió una grieta. El dragón olfateó el aire y el sonido de su respiración llegó a los oídos de Bruto con la potencia de las olas del mar. Sintió ridícula su abnegación e injusto retener a Valerio, su desesperación era justificada, lo estaba obligando a morir. El estrago de la duda hizo que aflojara la mordaza que contenía a Valerio y el rubio, libre de las tenazas, huyó tan rápido como pudo. Clelio y Bruto intercambiaron una mirada, un silencio lleno de sentido en el que sopesaron su valentía. Sus armas eran un juguete frente a la bestia, la fe que había sido su compañera tanto en la celda como en el camino, se había disipado a la vista del dragón. Marcial volvió la mirada hacia ellos y observó sus caras de excusa, los brazos caídos con las armas apuntando al suelo en señal de abdicación al combate. Como una revelación, comprendió el alma de los hombres en la entrada de esa cueva, la hipocresía más vil, las palabras sin cuerpo. Clelio y Bruto esperaban de él una palabra cómplice que alivianara de culpa una decisión tomada, pero Marcial, con su jabalina en alto, supo en ese momento que sus dudas tenían más valor que las certezas, que su vida pequeña, llena de reproches y ensombrecida por la grandeza que imaginaba en otros había desaparecido. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">- ¡Váyanse, no los necesito! – les dijo, y Clelio y Bruto se alejaron de la cueva con la rapidez de la vergüenza.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">El dragón había desplegado las alas para liberar calor, imaginaba que habían venido a rescatarlo. Era una ilusión, un deseo, pero todo cambió cuando tres de los humanos se perdieron de su vista. La soledad había hecho de él un pensador rumiante. En el tiempo que llevaba encerrado no hacía otra cosa que pensar en el vacío, en la eternidad de las paredes grises, en una cueva donde solo podía decirse y contradecirse, argumentar y refutar, enjuiciarse y defenderse; la lentitud de un mundo que ingresaba a cuentagotas contrastaba con la velocidad a la que se movían sus ideas. ¿Qué nueva tortura estarían tramando? ¿Serían esos humanos los mismos que lo alimentaban y que a veces lo hacían enfadar? Nunca los había visto, la recámara desde donde arrojaban el cordero estaba salvada por una reja de hierro tan sólido como el de la cadena. Había intentado por todos los medios vengarse de esos desconocidos que en ocasiones le arrojaban agua hirviendo o llenaban de excremento su comida. Pensó que podían ser ellos, que le estaban tendiendo una trampa para hacerlo sufrir de una forma novedosa. El dragón volvió a sentarse sobre el montón de oro, expectante, simulando no haberlos visto. Después de todo, no podía esperar otra cosa que pena y dolor de los humanos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 14pt; line-height: 150%;">Marcial, entregado a su destino, caminó a la vista del dragón. Sabía - en el pueblo se contaba -, que a pesar de su mutismo los dragones eran inteligentes, incluso más que los humanos y podían ver el alma de los hombres con la misma claridad con que se oyen las palabras. La verdad revelada en la entrada de la cueva, su dignidad frente a la hipocresía de los oradores, lo había sumergido en una nube de luz y de confianza. Imaginó que el dragón comprendería su alma pura, humilde, sincera y le permitiría vivir. No tenía nada que ocultar ni medios para acercarse de otra forma que no fuera recta y visible, entregado al poderío del dragón que cansado de aparentar no verlo, fijó la mirada en Marcial. Le pareció insignificante, incapaz de hacerle daño con esa jabalina que era a sus escamas lo mismo que las piezas de oro a las paredes de la cueva. Las pupilas estiradas, negras e hipnóticas del dragón penetraron las redondas y agitadas de Marcial. Dentro habitaba un hombre atormentado, con certeza de sí mismo pero espontánea y poco duradera. Un hombre al que le daba lo mismo morir que matar, que había perdido el eje de su balanza en la entrada de la cueva. No era digno de confianza, su espíritu se había desamarrado y ahora brincaba en polaridades azarosas dentro de un cuerpo blando, desguarnecido. Sin embargo, una luz de esperanza creció en el dragón. No confiaba en la bondad de ese hombre, pero si en la lotería de sus propias contradicciones. Tal vez, pensó el dragón, la suerte se detuviera en un casillero de caballerosidad y justicia y aquel insignificante humano se convirtiera en salvador. Marcial vio en el dragón la majestuosidad de la naturaleza, la inmensidad y la belleza de algo que era cierto, eterno, magnífico. Vio en el dragón lo que Clelio creía ver en Dios, pero este era un dios material, concreto y tan absoluto como el que relataban los párrocos de su iglesia. Era un ser digno, como él. Parado frente al dragón comprendió el sentido de la vida, aquel que había buscado en vano mientras segaba el trigal. El mundo, aquello que sucedía fuera de la cueva, había sido cruel; pero ahora Marcial había dejado de ser quién era, había conmovido al dragón que lo miraba con mansedumbre, que agachaba la cabeza ante él, ante Marcial el grande, el terror de los dragones que volvería a la tierra con el tesoro de Ajuar, que tendría un gineceo como los reyes de Babilonia, que sería inmortalizado en una estatua de bronce y recordado por trovadores, santos y bandidos como el hombre más grande que haya caminado bajo el sol. La suerte del dragón estaba en sus manos, ese ser que había inflamado de terror los cuentos de los abuelos, la barrera inexpugnable de la grandeza humana. Marcial apretó la jabalina y el dragón perdió la esperanza de volver a ser libre. No quiso mirar mientras lo pulverizaba con una bocanada de fuego. <o:p></o:p></span></div><br />
</div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-78038082520679218922012-02-23T12:01:00.001-07:002012-03-05T19:56:40.383-07:00Malvinas: ¿Una visión alternativa?<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><div style="text-align: justify;">Intelectual es alguien que estudia, piensa y escribe, más allá de las disciplinas o el grado de libertad con que se ejerza, a estos diecisiete firmantes no les queda mal el título. Ahora bien, intelectualidad y honestidad intelectual nos son términos sinónimos. Si, por ejemplo, el artículo de referencia lo leyera un ermitaño del Tibet que hubiese vivido desde el día de su nacimiento aislado del mundo, podría interpretar que el conflicto de Malvinas se inició en el año 1982. Por supuesto, se me podrá criticar que este texto no esta escrito para un ermitaño del Himalaya sino para los pueblos argentino e inglés, que conocen perfectamente la historia del archipiélago, lo cual es cierto, como también que soslayar en el documento la historicidad del conflicto libera a los intelectuales de opinar sobre la usurpación, y en consecuencia proclamar la autodeterminación Kelper sin necesidad de descubrir que es una manera elegante de proponer la caducidad del reclamo argentino. Intelectualidad vs Honestidad intelectual.</div><div class="MsoNormal"><o:p></o:p></div><div class="MsoNormal"><div style="text-align: justify;">Como no me gusta caer en el lodo de lo que critico, declaro que mi posición subjetiva para analizar el conflicto Malvinas tiene un trasfondo. Aunque comparta el sentimiento general de la argentinidad, creo que la estupidez más grande de los humanos es haber establecido fronteras. Una contradicción ideológico/emocional parecida a la que padezco con respecto a la monogamia, que a pesar de creerla una institución absurda no me libera de sentir celos. No creo en las naciones, en los estados, en las aduanas, pero como no es la emancipación humana lo que está en juego, sino la soberanía de un territorio según las reglas del estado actual del mundo, más allá de cartas, visiones alternativas u opiniones, lo que cuenta es el texto de la Constitución Nacional y este obliga a todos los gobiernos argentinos a reclamar ante los organismos internacionales la soberanía de las Islas. No ignoro que la Constitución Nacional, amplia y enmendada en distintas épocas de la historia, provee argumentos para sustentar opiniones contradictorias, pero si sopesamos un artículo dictado para la generalidad de “todos los habitantes del mundo” a otro estrictamente para Malvinas, creo que es una deshonestidad intelectual tomar el primero por encima del segundo. ¿Entonces?<o:p></o:p></div></div><div class="MsoNormal"><div style="text-align: justify;">Argentina, año tras año, debe presentar un reclamo formal ante la O.N.U sobre los derechos de soberanía, es una cláusula constitucional aunque por supuesto, como en muchas otras cosas, la verdad está en las proporciones de su aplicación. No es lo mismo presentar un documento para que se cajonee, a presentarlo y reclamar que se cumpla. Esa es la postura que se plantea este gobierno, reclamar, urdir alianzas internacionales para llevar a fondo el asunto y no simplemente cumplir con lo que dice la Constitución. Por supuesto que hay una intriga política local y regional detrás de este reclamo internacional, pero lo cierto es que si se cree que algo como Argentina existe, es necesario debatir a fondo cuales son los límites territoriales de su extensión. El argumento de la autodeterminación Kelper es una proclama para que la soberanía argentina la decidan otros, para que las vaquitas, como se canta desde hace mucho tiempo, sigan siendo ajenas. </div></div><div class="MsoNormal"><a href="http://www.lanacion.com.ar/1450787-una-vision-alternativa-sobre-la-causa-de-malvinas" target="_blank">Malvinas, Una Visión Alternativa, La Nación digital.</a><o:p></o:p></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-42669202686936367252012-01-20T12:09:00.001-07:002012-01-20T12:10:48.037-07:00Llamado a la Solidaridad<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://345grupo.wikispaces.com/file/view/solitario_portugal_porreiro.jpg/200905928/solitario_portugal_porreiro.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://345grupo.wikispaces.com/file/view/solitario_portugal_porreiro.jpg/200905928/solitario_portugal_porreiro.jpg" width="236" /></a></div><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Hay un cuento que quiero terminar de leer, pero no sé cómo se llama. Lo empecé una noche en un cumpleaños y me acuerdo que era de Bioy Casares y Borges, un libro de tapa celeste. El cuento empezaba en un clima simpático, los dos en una biblioteca o en algún ambiente parecido. Descubrían algo en un libro, algo secreto, que los llevaba a cotejar ediciones de enciclopedias viejas, mapas, hasta que llegaban a un mundo en el que no existían, no recuerdo bien, pero creo que una clase de accidente gramatical, por decir, los adjetivos. Entonces los tipos empezaban a declinar todo lo que sucedería en un mundo donde no existieran los adjetivos. No habría ética ni estética ni escalas de valores, etc., y todo afincado en un contexto verosímil. Estaba muy bueno el cuento, pero entonces se me acercó la Petisa que tenía las tetas como dos globos de piel pecosa y la boca colorada como la remera de escote. No sé qué boludez me dijo y largué el libro a la mierda, pero siempre me quedé con ganas de saber como terminaba el cuento.<o:p></o:p></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Cuando vine a vivir a Capital lo empecé a buscar en las librerías del centro. Yo vivía en Sarmiento y Rodriguez Peña y trabajaba en Bartolomé Mitre y Suipacha. Salía a las once de la noche y para mí era como entrar a Disney. Los martes son el mejor día para recorrer las librerías a la noche. Hay poca gente, en su mayoría extranjeros o universitarios. No encontré el libro celeste y las obras completas de Borges estaban carísimas, pero encontré el Quijote de oferta y me lo llevé. Todavía lo tengo, es de tapas duras y tiene ilustraciones, una edición muy linda. En la escuela no me habían hecho leer el Quijote, solamente un libro de Alma Maritano que no terminé nunca. En el laburo le conté a un amigo lo que me había comprado, y él, a quien sí se lo habían hecho leer en la escuela, me dijo que era aburridísimo. Esa misma noche que compré el Quijote, aparte había llevado otro libro (“Crónicas Marcianas”, si mal no recuerdo), porque venía de leer Crimen y Castigo y quería algo más corto. Había dejado el Quijote para después de ese libro pero lo fui postergando. Bradbury me llevó a Sallinger, Sallinger me llevó Burgess y cada tanto aparecía un libro de Kundera y otro de Hesse y etc. Pero un día que no tenía nada que leer, lo vi en la biblioteca y me acerqué a rescatarlo. Había juntado algo de polvo que barrí con un soplido antes de abrirlo. La ilustración de la primera página era excelente, nada que ver con la imagen del Quijote y los molinos de viento, era el tipo sentado en un sillón, con la espada en alto, leyendo un libro y rodeado de caballeros, espadas y escudos del tamaño de un delirio. Una gran pintura de un tal Doré. Tenía buen aroma el libro, aunque le faltaba estacionarse. <o:p></o:p><br />
<br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i>“En algún lugar de la Mancha, cuyo nombre prefiero no acordarme…” <o:p></o:p></i><br />
<i><br />
</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Me pareció genial que arrancara el libro confesándole al lector que le estaba ocultando cosas. Observé la sinceridad de un paranoico, pero aprendí que Cervantes, como tantos otros, moldeaba el arte con la arcilla de su locura. El arte es una forma de delirio socialmente aceptable, como la borrachera de alcohol. Cervantes era el Quijote, y en ese punto límite entre la realidad y la ficción logró desarrollar su estilo. Me gustó mucho, lo leí de corrido y me enganché con los clásicos: “Rojo y Negro”, “Los Hermanos Karamazov”, “El Conde de Montecristo”, pero seguía postergado el cuento inconcluso de Borges y Bioy cuya búsqueda se transformó en un desafío. Una vez instalado en el centro ya tenía internet, incluso el dinero para comprar las obras completas; pero prefería buscarlo así, a la deriva entre las góndolas de libros con la esperanza de que en algún momento nos encontráramos como Oliveira y La Maga. Tras los pasos del cuento inconcluso conocí la obra de Borges (porque el libro celeste era una colección de Borges y no de Bioy), leí “los Inmortales”, “el Aleph”, “el informe Brodie” y tantos otros que me hicieron olvidar al que había perdido. Pero llega un momento en la vida de todo ser humano que el orgullo y la porfía comienzan a ser ridículos, que buscar en soledad deja de ser una aventura para convertirse en un padecimiento, que la prioridad es encontrar, pedir ayuda, abrazar el deseo, crecer sin madurar. Terminar de leer el cuento. <o:p></o:p></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-77361011805006334782012-01-17T03:10:00.000-07:002012-01-17T03:10:58.134-07:00El Perverso Encanto de la Burguesía<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh34os-Kdbm5wakcddBqkpPaKdRJOx9hMcOVMu9VylnmDAqWjRdHGDD2zP_dOGIHd9LY49x_jnoKxZkwTpAkw09PTd7urh5mUTFh6GkfzKKs7JKNcH3nRDiLmEPpKfFtdvXvDGDQGiLdiw/s1600/9ax1ky.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh34os-Kdbm5wakcddBqkpPaKdRJOx9hMcOVMu9VylnmDAqWjRdHGDD2zP_dOGIHd9LY49x_jnoKxZkwTpAkw09PTd7urh5mUTFh6GkfzKKs7JKNcH3nRDiLmEPpKfFtdvXvDGDQGiLdiw/s320/9ax1ky.jpg" width="313" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Le pasaba el cepillo y pensaba que siempre debía estar peinada. Su amor lo reclamaría el hombre destinado a proteger su fragilidad de trapo y besar sus labios de hilo. Sería un hombre delicado pero firme, sensible y valiente que llegaría después de haber luchado en la guerra más cruel, de haber cruzado el desierto más grande y de haber matado al peor de los dragones. Ella debía estar impecable, con sus mechitas de lana rubia peinadas de costado y el vestido a cuadros; o el trajecito negro; o el pantalón banco y la camisa azul; también la minifalda, a veces, pero le daba vergüenza esa mañana y otra sensación que no podía definir. Le sacó el vestido para cambiarlo por el trajecito que le pareció más adecuado, y ese breve instante de desnudo le provocó una angustia de muerte. <i>Sanctasantórum</i>, si el Paladín llegara en ese momento y descubriera su piel antes de habérsela ganado, ella no podría amarlo nunca. Ocultó con su cuerpo la indefensión de esa piel de tela y la vistió lo más rápido que pudo. Así peinada, vestida y con la mirada de botones atravesando el vidrio, la dejó en la ventana a la espera del príncipe azul. Ella se puso el blazer gris con el escudo del colegio. Era el primer día de clases. La camisa blanca almidonada y cerrada hasta el cuello, la pollera de tablas, las medias de hilo más blancas que la nieve y los zapatos <i>guillermina</i>. Ejercitó frente al espejo una, dos, tres…cien veces, pero el blazer le quedaba grande y la hacía parecer raquítica. Le había llorado todo el verano a su mamá, pero ella no podía gastar dos veces en el mismo año para comprarle un blazer de su talle. Estaba creciendo rápido, en poco tiempo podría ser la primera en usar corpiño. Crecer era como la desnudez circunstancial de una muñeca, tan inevitable que solo quedaba disimularlo en las solapas de un blazer que lejos de la mirada del espejo y del reflejo de su mamá (o viceversa), agradecía que le quedara grande. En las vacaciones su primo la había mirado cuando ella salía de la pileta, había sido una mirada distinta, provocativa, un segundo en que dejó de ser ella para convertirse en mujer. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Las calles soleadas, el aroma de los jardines y la señora Tita que la saludaba con una sonrisa triste. Era un fantasma de pelo canoso y solero de algodón que salía a la mañana para hacer las compras, a la tarde miraría las telenovelas y a la noche dormiría. Una rutina que se quebraba por la visita al médico, o ese mediodía para ver a la nena de enfrente con el uniforme impecable del primer día de clases. Ella le devolvió el saludo sin mirarla y agachó la cabeza avergonzada. Sentía espanto de esa mujer que vivía de recuerdos, como si hubiera decidido morir. Ella tenía todo por delante, era joven como los capullos de jazmín que adornaban el cantero de la casa de Mauro. Tenía que alejarse una cuadra para pasar por la puerta, un chalet de dos pisos donde vivía con su mamá, su papá y su hermana. Lo amaba en secreto desde hacía mucho, pero ahora las sensaciones del cuerpo le reclamaban que el amor empezara a suceder. Pensó en sacarse el blazer, el sol todavía fuerte podía servirle como excusa y tal vez lo encontraría a Mauro pegado a la ventana o saliendo para el colegio. Imaginaba que la miraría como lo había hecho su primo, pero Mauro era más grande y tenía compañeras que usaban pollera corta y corpiño cuando ella todavía jugaba a las muñecas. Se sintió infeliz, ingrávida cuando pasó y lo vio en la puerta vestido de uniforme, con los rulos armados, impaciente, enojado, llamando a los gritos a su hermana para que saliera. Ni siquiera se detuvo a mirarla cuando sus ojos se posaron en ella, como si fuera un poste de luz. La impotencia hizo que acelerara el paso para contener el llanto bien lejos de Mauro. El blazer gris era el vacío de un abismo, el testimonio inmenso de por qué no era visible para él. Se escapó de esa calle por la primera esquina, se sentía abochornada, herida. En el campito a mitad de cuadra jugaban a la pelota los chicos que iban al colegio del estado donde las clases no empezaban porque los maestros estaban de huelga. Era un espectáculo brutal los cuerpos transpirados corriendo atrás de una pelota que rebotó y rodó como un cometa de polvo en dirección a sus medias blancas. Uno de los chicos vio lo que iba a suceder y corrió para evitar que la pelota ensuciara a la niña con el uniforme del colegio. Ella lo miraba inmóvil, un obstáculo que no pensaba desviarse de la ruta que llevaba la pelota. El chico corría al borde del desgarro y en un último esfuerzo se estiró para salvar sus medias de la suciedad y del choque. Era morocho y tenía el pelo como las púas de un puerco espín, la cara redonda, sonriente, llena de orgullo y esperanza. Ella lo miró con desprecio:<o:p></o:p></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">- ¡Cuidado, animal! – le gritó con bronca y la intención de humillarlo. <o:p></o:p></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-259198966054985582012-01-12T02:56:00.018-07:002012-03-08T15:58:04.317-07:00El Café Surrealista<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkJuZiBcTNHlCN-YIJDB5cKf8zlKexeKi5ztjP6jNfXaRJMOo9bE79FkDO3UXkrIxo42rgyavfckEW9vd4Va6msweN7A3Fvz12uIXTUgNBSEWuXa9asV0za8yV0ta79sspU2dqkeXcUvU/s1600/image018.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkJuZiBcTNHlCN-YIJDB5cKf8zlKexeKi5ztjP6jNfXaRJMOo9bE79FkDO3UXkrIxo42rgyavfckEW9vd4Va6msweN7A3Fvz12uIXTUgNBSEWuXa9asV0za8yV0ta79sspU2dqkeXcUvU/s320/image018.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En el café surrealista las paredes eran alfombradas, el techo de cerámica y el piso de yeso. La barra era una sucesión de portezuelas por donde los mozos entraban, salían y se llevaban lo primero que encontraban para dárselo a cualquiera. Si uno pedía un fernet sabía que en algún momento iba a marchar, pero para encontrarlo tenía que buscar entre la gente. Esa noche (o día, nunca se sabe) encontré mi fernet en la mano de un colorado que estaba sentado en un banquito. Me preguntó si de casualidad había visto un whisky mientras me cedía el vaso, y cortésmente le señalé un grupo donde creía haber visto uno.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- Fíjese por ese lado – le dije, y me senté en el banquito que dejaba libre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En el café surrealista el espacio de reunión lo determinaba la bebida y no el local. Era común que la reunión se mudara a los baños, a la calle o incluso a otro bar. El termostato del aire acondicionado funcionaba en simultáneo con la música, y en ese momento una bachata latina calentaba el frío de Bjork. El fernet estaba fuerte, olía a hierbas pero la espuma se la había tomado el colorado. Se me acercó una mujer alta, nerviosa, que había recuperado su daiquiri de frutilla y lo chupaba con fruición a través de una pajita espiralada.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¡Qué hijo de mil puta! – me dijo.</span></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- Si, la verdad –le respondí mirando el vaso sin espuma.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¡Podría habérmelo dicho! </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¡O tener un poco más de cuidado!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¿¡Cuidado!? ¿Qué le importa a él lo que pueda sentir yo?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¡Pero uno siempre espera lo mejor del otro!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¡Me cago en Dios! – dijo la mujer, dejó el daiquiri, agarró un aperitivo de la mano de un hombre y se fue con él.</span></div></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La comunicación en el café surrealista no siempre era un circuito. Para ingresar, por ejemplo, se pedía una contraseña que nunca había que acertarla. Una vez vi que echaron un tipo a patadas por decir "pasado turbulento" y embocarla. Detrás de la barra había un reloj antiguo con manecillas que giraban en direcciones opuestas, pero que en ese momento coincidían sobre el nueve. Me apeteció una copa de vino tinto, y vi una morocha de vestido azul que tenía una en la mano. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¿Compartimos? – le propuse.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¿A qué precio?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- Al precio del amor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¿Daria su vida por mí?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- Una y mil veces.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¡Entonces béseme!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">No se amaba a la ligera en el café surrealista. Se hablaba de dos desconocidos que en una noche llegaron hasta el límite del crimen pasional y que a partir de entonces la bebida se servía en envases plásticos. Todo el tiempo en algún lugar se estaba haciendo el amor. En las orgías del café surrealista los cuerpos no tenían género y cada cual una belleza diferente. Eran torbellinos que cada tanto chupaban algún intelectual y lo escupían después de haberlo masticado un rato. Pero en ese momento no había muchas orgías porque en la pista se bailaba Pink Floyd. Muchos movían el cuerpo como babosas, pero otros, como el de jean y la de pollera larga, se atrevían a una rutina de tango. El ocho atrevido de la rubia flotó la eternidad de un silencio de Waters, pero terminó enlazado en la pantorrilla de su compañero. La aplaudimos a rabiar, como las muchas veces que se aplaudía en el café surrealista y no siempre con motivo. Los aplausos pasaban como las orgías, y cuando a uno le llegaba la ola buscaba algo de belleza para homenajear. Se hablaba de un hombre que estuvo media hora ovacionando un cenicero, pero se hablaban muchas cosas en el café surrealista y no todas eran ciertas. Vi pasar un mozo, le pedí un vodka y salí rápido a buscarlo porque había poco movimiento en la barra. Era un día parecido a todos pero igual a ninguno en ese limbo irregular donde se respiraba tiempo. La luz naranja, escasa y penumbrosa iluminaba las cabezas anónimas, las mesitas redondas de madera, los taburetes con almohadones rojos y el banquito donde ahora estabas vos con un vaso de vodka en la mano.</span></div></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-42141726732040555562011-12-09T04:13:00.007-07:002011-12-09T04:45:45.697-07:00Cobi, un cuento infantil<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://t3.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSGO9C0LfVOeO4xlysJF_AQ6lAyj8-pu1VRdZ3bVTJrFt6F0ugl" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://t3.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSGO9C0LfVOeO4xlysJF_AQ6lAyj8-pu1VRdZ3bVTJrFt6F0ugl" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">A Cobi lo despertaron los chillidos de su mamá que lo arriaba por el hueco de la madriguera. Los hermanos eran muchos, incluso para la media elevada de los ratones de campo. A Cobi le tocó salir en mitad del pelotón, y fue como nadar en un rio de piel y pelusa. La luz directa le hizo doler, era la primera vez que veía el sol y sus ojos tardaron en acostumbrarse. Mamá corría adelante, ligera, y aunque lo intentaba con todas sus fuerzas, Cobi no podía alcanzarla. El suelo no era firme como en la madriguera y cada vez que quería afirmarse se hundía. Para no separarse del grupo estaba atento a los chillidos de sus hermanos, que algunos mejor otros peor, luchaban como él para adaptarse. Pero así se iba acostumbrando, en el corazón de Cobi crecía una sensación. Se dio cuenta que una vez que dominara su cuerpo, esas patitas débiles podían llevarlo adonde quisiera. Cobi se sintió el ratoncito más afortunado del mundo cuando conoció la libertad. Corrió con más ganas, imitó los saltitos de su mamá y sus ojos empezaron a reconocer el terreno; pero de pronto el suelo se movió e hizo que perdiera la estabilidad y se cayera. Antes de recuperar la horizontal – cosa que para un ratón de campo es cuestión de un segundo -, escuchó a su mamá chillar como el infierno y la vio correr hacia la madriguera. El suelo se había convertido en un tambor en el que rebotaba Cobi. "¡Bum, bum, bum, bum, bum!" Su motorcito del pecho golpeaba como nunca mientras jineteaba el suelo para salvar su vida. Cobi fue el último en entrar, y por eso fue el único que vio a los elefantes. <br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns=""><em>"Mucho tiempo atrás, los bosques, las llanuras, los valles, las montañas, todo nos pertenecía. Si queríamos dormir en el campo, lo hacíamos; si queríamos comer bajo un árbol, lo hacíamos. Pero un día llegaron los elefantes…".</em> El que hablaba era un ratón viejo, con canas en las orejas y en la nariz. Cobi, que ya era un ratón fuerte y de pelo oscuro, lo escuchaba junto a otro centenar de hermanos, amigos y conocidos. <em>"Se cuenta que era una mañana como la de hoy, nublada y fría, el día que los ratones y los elefantes se encontraron por primera vez. Los nuestros pensaron que como el resto de los animales </em></span><em>estos </em><em>también los esquivarían; pero aparentemente ni los vieron". </em>Antes de que una camada cumpliera la mayoría de edad, un abuelo les contaba la leyenda del "Día de los Caídos". <em>"Si alguna vez sienten que la tierra se mueve, corran</em>", decía el viejo y arrugaba el hocico para que les quedara grabado el consejo. Todos los ratones le tenían terror a los elefantes, pero Cobi, que era de los pocos que alguna vez los había visto, decía que los viejos exageraban. "Es mentira que son tan altos como los árboles y tan pesados como las rocas", decía Cobi, pero los jóvenes no lo escuchaban y los viejos lo reprendían. Sin embargo no se daba por vencido. Ahora que dominaba su cuerpo, no quería cederle al miedo la libertad. No tenía una estrategia definida, pero intentaba convencer a los jóvenes de enfrentar a los elefantes. Poco a poco, los ratones ancianos lo fueron separando del grupo. Empezó a dormir solo, a comer solo y lo que es más difícil, a sobrevivir solo. Cuando cumplió la mayoría de edad, las hembras lo rechazaron. El sentido de la vida para un ratón de campo se le escapaba a Cobi como la tierra entre los dedos. Pero una mañana salió a comer y se mantuvo cerca de sus hermanos. Era preferible soportar la indiferencia que exponerse a los búhos. Con ojos atentos, relevó el horizonte de pasto y arrugó la nariz para sentir en el aire el aroma de las semillas. Cobi tenía hambre, y veía con resentimiento a sus hermanos que escarbaban en la zona fértil. Se estaban dando una panzada, pero de pronto, como aquel día que Cobi viera por primera vez el sol, el piso se convirtió en un tambor. Todos los ratones que estaban almorzando huyeron en estampida hacia las madrigueras, pero Cobi se quedó y estiró el cuello para mirar hacia adelante. En la escala de valores de un ratón de campo nada hay por encima del horror a los elefantes, por eso todos olvidaron las rencillas y lo llamaron a Cobi para que se refugiara en la madriguera. Pero Cobi se alejó unos saltitos, escaló a la cima de una piedra y desde ese chichón del suelo esperó la llegada de los elefantes. En la entrada de la madriguera, sus hermanos corrían de acá para allá y de allá para acá atados a la soga del instinto. El piso vibraba como un terremoto, pero para Cobi los parámetros de la supervivencia habían cambiado. </div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Los elefantes tenían narices deformes que arrastraban por el suelo y la piel de tierra con el pasto crecido en la cabeza. El movimiento sísmico que provocaban sus pasos, obligaba a Cobi a aferrarse con las uñas a la piedra. ¡Bum, bum, bum! – recordó Cobi el sonido -, y cuando los vio de cerca, comprendió que los había subestimado. No eran tan altos como los árboles, pero si lo suficiente como para no ver a un ratón. El instinto de supervivencia lo tentó con el deseo de huída - estaba a tiempo, era más rápido -; pero del otro lado lo esperaba la vida de un ratón excluido y lo inspiraba el deseo de libertad. Cobi largó el chillido más agudo que se recuerde en la historia de los ratones de campo y el elefante mayor bajó la vista hacia la piedra. La responsable del chillido era una manchita no mayor que la pupila de su ojo, pero que se movía de una forma repulsiva. Desde la madriguera, los hermanos, amigos y conocidos de Cobi vieron como los elefantes se dieron vuelta y empezaron a correr del susto. Salieron a abrazar a Cobi, y no regresaron a la madriguera hasta que se cansaron de festejar. Desde entonces, los elefantes les tienen miedo a los ratones y estos caminan libres por todos los campos del mundo. Los viejos les cuentan a los jóvenes la "leyenda de Cobi" y afirman que para obtener la libertad alcanza con proponérselo. <br />
</span></div><br />
</div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-68341524897562781372011-11-17T06:57:00.007-07:002011-11-18T20:41:20.161-07:00Trabajadores del Estado: Una Vuelta de Tuerca<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://identidadandaluza.files.wordpress.com/2008/06/trabajador1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://identidadandaluza.files.wordpress.com/2008/06/trabajador1.jpg" width="181" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">El otro día en un informe de 678, escuché decir a un funcionario del gobierno que el paro le había costado a Aerolíneas Argentinas, 5.000.000 de dolares por día. Posteriormente ese mismo programa, emitió con elogios un informe de CQC en el cual se criticaba la "dolarización" de nuestra cultura. Argentina sufre desde hace por lo menos treinta años, de una profunda crisis de identidad financiera. No me olvido que a principios de los 80', mi tía abuela tenía la plata para comprarse un departamento y se terminó comprando una heladera. Va a requerir de algunas generaciones confiar en el Peso, pero los estigmas culturales de la Argentina no terminan en su moneda. </span><br />
<span xmlns="">"YPF es la única petrolera del mundo que da pérdida", gran frase de la era pre privatista. YPF, Aerolíneas, Entel, Gas del Estado, OSN, etc. todas se privatizaron, y con mejores o peores resultados, aprendimos que la privatización no soluciona nada. Ya sea como contralor de las privadas o como agente de gestión, la enfermedad de la Administración Pública es su sistema corrupto. </span>Con el sustantivo "corrupción" ocurre algo parecido que con "discriminación". Ambos están cooptados por un solo sentido que es el que le otorga la opinión pública. Del mismo modo que cuando uno escucha discriminación piensa en segregación racial, de género, etc. y no en la función de la inteligencia; cuando escucha corrupción piensa en los grandes estafas y no en las pequeñas. "Una vez que te nombran en el Estado, no te echan más". </div><div style="text-align: justify;">El conflicto de Aerolíneas Argentinas es un ejemplo del cáncer que padece nuestro sistema público: Nada hay más perverso en una democracia, que el sindicalismo de doble discurso, En las empresas públicas, ese virus encuentra las condiciones ideales para reproducirse. Aplicar la vacuna es responsabilidad del Estado, pero la batalla la tienen que dar los anticuerpos. El gremialismo de este país necesita con urgencia un soplo de aire fresco. En este momento del mundo, Argentina no puede darse el lujo de arrastrar esa mochila.</div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-54077766877612278362011-11-14T15:33:00.004-07:002012-02-01T04:10:19.735-07:00El Sistema Monoteísta<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://a7.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-ash4/298336_300366983310788_254987337848753_1391679_440315241_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="190" src="http://a7.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-ash4/298336_300366983310788_254987337848753_1391679_440315241_n.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">El hecho de que el "Mercado" baje línea reproduce una lógica cultural. Detrás de los factores financieros subsiste un hecho tan antiguo y ridículo, que se me ocurre pensar que es biológico. La lógica de un único Saber que rige todo desde arriba, es un sistema tan arraigado que puede ser útil tanto para Dios como para el FMI. El Sistema Monoteísta funciona para un estado, para un ejército, para un colegio, para una oficina, para un equipo de fútbol y para una religión, por supuesto. De todas las instituciones que aún tienen vigencia, la iglesia es la más antigua. Por supuesto que no tiene la importancia que tenía en el medioevo, pero está, en todos los barrios de todos los países de la comunidad cristiana. En cualquiera de sus formatos: apostólica, evangélica, mormona, adventista, etc. El sistema es circular, tomemos el ejemplo de las entidades financieras: Mercado le dice a FMI que acepta perder a Berlusconi a cambio del ajuste en Italia; FMI habla con Berlusconi: Berlusconi firma la ley de ajuste, renuncia y se va de putas a Milán; las putas le rinden cuenta al fiolo, el fiolo le da su parte al policía, el policía la comparte con el comisario, el comisario le tributa al Estado y el Estado lo paga en forma de deuda a Mercado. ¿Hasta cuándo? </span>Mientras exista una única fuente de sentido, inaccesible, incuestionable y superior, va a existir el Sistema.<br />
A excepción de algunas tribus en lo profundo del Amazonas, en las colonias andinas y en pocos lugares más, América y Europa le pertenecen al cristianismo, una de las vertientes del Sistema Monoteísta religioso. Es notable lo que se publicaba en los diarios cuando el Papa Juan Pablo II visitaba China. La misma institución que solventó el genocidio en América, envió a su Gerente General a la China y los diarios hablaban de paz. Mercado habla con CEO; CEO habla con editorialista; editorialista habla con periodista, periodista escribe: "El Sumo Pontífice desembarcó esta mañana en la China con un mensaje de paz". Muchos de nosotros somos engranajes obligados a girar todo el tiempo para no quedar afuera del Reino de Dios, aunque por supuesto, "fuera del Reino de Dios" es un slogan. Lo que dentro del sistema se conoce como marginal, es la máxima expresión del acatamiento a las reglas. Desde el punto de vista de Mercado o de Dios todos los seres humanos somos mendigos. El ejemplo de un hombre que le ruega a otro por un título emitido por un Banco en la puerta de una Iglesia, es la pintura más cruel de un sistema que no denigra a todos. La marginalidad, lamentablemente, no es salir del sistema: eso no se ofrece nunca. Lo que ocurre en el mundo no es "culpa de la Iglesia", pero si queremos empezar a cambiar las condiciones sería un gran paso deshacernos de ella. En el mundo de hoy, como debiera haber sido siempre, estamos en condiciones de vivir sin la necesidad de un Ícono. </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
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</div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-30479590390221753712011-11-13T01:45:00.010-07:002011-11-13T02:52:15.949-07:00Stormbringer, Deep Purple (1974)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://www.aemusic.tv/aemusic/uploads/artistas/Deep_Purple/10%20-%20Stormbringer%20(1974).jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://www.aemusic.tv/aemusic/uploads/artistas/Deep_Purple/10%20-%20Stormbringer%20(1974).jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Cuando Gillan y Glover fueron reemplazados nació una buena banda, no mejor que la anterior, pero interesante y distinta. Deep Purple, desde su primitivo inicio, enfrenta un conflicto: Blackmore es lo suficientemente egoísta como para no permitir otro guitarrista en la banda y Lord demasiado orgulloso como para aceptar ser soporte de un guitarrista. Para solucionar ese conflicto entre melodía y armonía del cual Glover no se hizo cargo, tuvieron que componer cada uno sus partes y ejecutarlas sobre acuerdos imprecisos. Justamente ese caos en el que cada uno tocaba lo que le quería en el momento que le parecía, hizo de esta banda una de las más grandes de todos los tiempo. La imposibilidad anatómica de un guitarrista para tocar el solo y el acompañamiento a la vez, provocó que en vivo, Lord y a Blackmore se respetaran los <i>tempos</i>. Basta con escuchar Made in Japan, a mi gusto el mejor disco de la banda, para detectar esa alternancia improvisada entre los músicos y sus egos. Tras el reemplazo del cantante y del bajista, Blackmore y Lord volcaron en las cintas la experiencia de los escenarios, y siempre junto a Ian Paice, baterista esquizofrénico capaz de interpretarlos a ambos, en esa tercera etapa de la banda que ya había quemado a Rod Evans en la voz y a Nick Simper en el bajo, los discos se depuraron y los recitales no perdieron intensidad. Sólo faltaron Glover y Gillan. <br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Stormbringer es un disco que destaca las contradicciones de Deep Purple. En un mismo álbum se puede escuchar desde el coro evangélico de "Hold on", hasta la guitarra rutera de "Lady Double Dealer"; desde el Motown de "You can't do it right", hasta la balada trágica de "Soldier of Fortune". La canción que da título al disco es un riff que invita a recorrer cavernas, el embrión de lo que más tarde sería Rainbow, especialmente la etapa con Dio. Blackmore se sacó el gusto con este disco. Utilizó dos y hasta tres pistas para grabar cada canción, apoyado en la relajada aceptación de Jon Lord que tocó lo justo y preciso. El amplio abanico de octavas que se llevaba Gillan lo compensaron con Glenn Hughes, bajista-cantante que auxiliaba a Coverdale (al que prefiero narigón y con granos) en las notas más agudas y la química Blackmore-Lord-Paice se presentó en una dosis benigna. Un disco que vale la pena escuchar con los auriculares puestos.<br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns=""><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Calificación: <strong><em>G G G C</em></strong> (tres Guillotes y medio)</span><br />
<span xmlns=""><br />
</span><br />
<span xmlns=""><a href="http://www.youtube.com/watch?v=4C2K889u_90" target="_blank">Stormbringer, Stormbringer.</a></span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns=""><br />
</span></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-76772082460756087082011-11-01T16:54:00.006-06:002011-11-01T22:49:49.547-06:00El Neogorilismo<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://www.ciudadcarmelo.com/velardegil/imagenes/bustomenem.JPG" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://www.ciudadcarmelo.com/velardegil/imagenes/bustomenem.JPG" width="263" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Yo nací en una Argentina donde los gorilas eran parte del pasado. Mi casa (la pequeña de mi núcleo familiar y la extensa de mis abuelos y mis tíos) era un hogar peronista donde los gorilas eran una especie diabólica, una encarnación del mal, una fuerza sin bandera con ansia destructiva de la voluntad popular. Yo era muy chico cuando escuchaba estas cosas, todavía frescas en el recuerdo de mis familiares que habían vivido la juventud de la JP. En una ocasión, lo recuerdo con claridad, éramos muchos en un auto que de Mar del Plata hacía la ruta a Sierra de los Padres, donde mi tía abuela tenía una casa quinta muy chiquita con un jardín inmenso. Íbamos muchos arriba del auto, yo viajaba adelante sobre la falda de mi mamá. Entre los pasajeros estaba la cuñada de mi tío segundo, a la que le preguntaron por su identidad política. Ella respondió que no era de ningún partido, a lo que yo le pregunté si era gorila. Hubo risas cerradas en el auto, y mi mamá me tapó la boca como si hubiese dicho una mala palabra. Mi concepción, aquella que había escuchado en mi casa, era que los gorilas no pertenecían a ningún partido. <br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">El tiempo pasó, y los peronistas que vinieron después fueron dulces para el paladar gorila. Personajes públicos que recuerdo eran señalados como gorilas – Magdalena Ruiz Guiñazú y Mariano Grondona, son los que mejor recuerdo -, habían hecho las paces con el peronismo. Durante esos años, que con el tiempo se los bautizó "menemato", los gorilas estaban chochos, pero un grupo de jóvenes intelectuales, pujantes, levantaron la bandera de la corrupción como una mancha a esa primavera gorila. Tenían un poco la rebeldía de Mick Jagger, esa rebeldía cómoda, insertada en el sistema; pero era un discurso disruptivo frente a la hegemonía que representaba un peronismo obediente. El mememato terminó y tras él se desarrolló un apéndice delarruísta cuyo denominador común fue Domingo F. Cavallo. Terminó en un desastre, un emotivo desastre que diez años después parece extenderse como un cáncer de indignados. En Argentina, un poco el azar otro poco la cintura política, inauguró un período que ofrece similitudes con aquel peronismo de Evita y de Perón, una plataforma política de corte popular, enfrentada al nacionalismo aristocrático. Con este nuevo fenómeno, los que antes eran gorilas volvieron a serlo, como si el tiempo no hubiese pasado. ¿Pero que fue de los jóvenes pujantes? Es una lástima que los gorilas (los que viven en la selva) no sean ovíparos, porque de lo contrario la época del menemato bien podría catalogarse como el "Huevo del Gorila". Muchos de esos jóvenes pujantes cuando la política los enfrentó a la dolorosa decisión de tener que tomar partido, mostraron sus pelos bien largos. <br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Hoy, treinta años después de aquella anécdota del auto, logré entender el origen de un gorila. Un gorila puede criticar la esencia de la Argentina aristocrática, puede hacerse el zurdo en esa coyuntura, pero si a algún gobierno se le ocurre atacar en serio a esa patria de gauchos y chinitas, es entonces donde se revelan como lo que son: burgueses con horror al cambio. Recomiendo una nota de Martín Caparrós, uno de los célebres "Bad Boys" de los 90', que se llama "La Apoteosis de Él". Van a notar ciertos matices de gorilismo que harían sonrojar al propio Mariano Grondona, y una reflexión, querido Caparrós, rebelde sin causa, ya que lo mitos pueden ser instantáneos y dependen tan solo de un artificio inteligente, te desafío a que cuando muera Menem hagas una apoteosis de él. ¿Cómo creés que te irá? </span></div><div style="text-align: justify;"><a href="http://blogs.elpais.com/pamplinas/2011/10/la-apoteosis-de-el.html" target="_blank">"La Apoteosis de Él", Martín Caparrós, blog de El País.</a></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-72370112647474699482011-10-30T14:29:00.008-06:002012-08-28T21:44:15.952-06:00Capítulo 10: La Mirada de Tumuk<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<span xmlns=""></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Era alta, un poco cuadrada y estaba vestida completamente de negro. Su mirada tenía la ausencia de los lentes de contacto verdes y su pelo eran dreadlocks rubios, largos hasta la cintura. Era Claudia, la contactada. Había mucho de curiosidad en conocerla, ¿cómo es alguien que tiene comunicación con seres de otros mundos? Claudia era una persona poco expresiva que no parecía tener noción de los cumplidos, era más bien anti social, pero se reía si algo le causaba gracia. Me sentí un poco estúpido cuando me acerqué a saludarla, como si me estuvieran presentando alguna celebridad. Ella no pareció notarlo, me saludó como una persona cualquiera saluda a otra persona cualquiera. Estábamos en el bar de la techada, un salón muy grande con mesitas de madera lustrada y varias mesas de pool. Nos sentamos lejos de la ventana y de la barra, no había muchas mesas ocupadas pero igualmente queríamos intimidad. La tarde fría y nublada había quedado atrás y debajo del tinglado de la calle, en el bar la luz era tenue, el café livianito y las medialunas pegoteadas de almíbar. En el camping, todavía no habíamos armado los bolsos para la vuelta que era el día posterior. Esa tarde, cuando se convirtiera en noche, sería la última de nuestra experiencia en Capilla. Por la mañana caminaríamos hasta la terminal y tomaríamos el micro a Retiro, la vuelta a la cotidianeidad, pero todavía respirábamos el aire de Punilla y estábamos sentados en la mesa de un bar con una contactada. <br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">La primera pregunta que se nos ocurrió, un poco para romper el hielo otro poco por genuina curiosidad, fue cómo los escuchaba.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Como si fuera una radio – respondió Claudia.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">La noche posterior al primer contacto le habían implantado en el oído un modulador que hacía que la voz de Tumuk, se escuchara con la claridad de una locución radial. Había sido una intervención de la que ella recordaba apenas la nebulosa de un sueño o de una borrachera. Más sensaciones que imágenes guardaba de la operación, pero a partir de ese día escuchaba la voz de Tumuk con la claridad que escuchaba nuestras preguntas. Zanjada la cuestión técnica, el propósito de nuestra siguiente pregunta fue la parte formal; le preguntamos por el idioma.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Aprenden rápido, pero les cuestan algunas cosas – respondió Claudia.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Las respuestas de la contactada eran siempre así, su marido las profundizaba. Aprender cualquier idioma o dialecto de los que se hablaban en la Tierra, era para los Muchachos lo mismo que para un adulto medio distinguir las vocales de las consonantes; lo que les costaba era el aspecto gramatical. La raza de Tumuk había nacido al mundo en épocas muy pretéritas desde el punto de vista humano. Los Muchachos compartían la misma suerte que la Tierra en cuanto a la cuarentena dictada por los "Altos", cómo llamaba Tumuk a la corte que juzgaba a Lucifer; solo que antes, durante mucho tiempo y desde el inicio de su civilización, habían gozado del padrinazgo de un Soberano. Nuestra concepción del tiempo como una línea recta era absurda para una raza que había bebido de la fuente de la sabiduría, por lo tanto los tiempos de verbo, aunque los conjugaban a la perfección, carecían de sentido para ellos. <br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- ¿Entonces no existen los viajes en el tiempo? – preguntó uno de nosotros, decepcionado.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Tumuk te respondería que "todos los viajes son en el tiempo" – dijo Mike y se encogió de hombros, como lo haría el extraterrestre.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Muchas cosas que desearían explicarnos – ampliaba Mike -, no pueden hacerlo debido a nuestra matriz gramatical. Conceptos tan básicos como las dimensiones paralelas o lo que nosotros llamamos "agujeros negros" podrían explicarse en un puñado de palabras, solo que nunca entenderíamos el orden ni el sentido de la oración. Tumuk, a veces se dejaba vencer por la impotencia cuando se interponía ese cerco gramatical, pero por lo general era un extraterrestre muy paciente. Sentía una sincera admiración por esa flor silvestre de la campiña universal, que a pesar de todo se había abierto camino en el mundo del conocimiento. Aunque no podía obviar la tozudez de nuestra raza marginal y primitiva, abrigaba un sentimiento respecto de los humanos. <br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- ¿Ahora lo estás escuchando? – le preguntó uno de mis amigos a Claudia, y ella asintió con la cabeza de manera natural.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Nos quedamos callados, la idea de ser siete en una mesa donde se ocupaban seis sillas era inquietante. Uno de mis amigos, que más tarde le preguntaría por la existencia del Yeti, en esa merienda de bar inauguró ese camino pero por una vía menos embarazosa. Le preguntó quiénes eran los constructores de las pirámides. Claudia y Mike sonrieron, esa había sido una de sus primeras preguntas cuando tiempo atrás, iniciaron el contacto con Tumuk.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Se sorprendió cuando le preguntamos eso - dijo Mike.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Una de las grandes sorpresas que nos llevamos de los Muchachos fue que, distinto a la uniformidad que se presentaba en las películas, los extraterrestres eran todos distintos. Tumuk medía casi tres metros, una altitud inusual incluso para los suyos, y tenía sus órbitas celestes un poco distantes sobre el plano de la cara. Además, en lo intelectual era sereno, sobrio pero de opiniones críticas. Sobre las pirámides pensaba, con cierto tono de ironía, que esa disciplina impracticable en otros rincones del Universo a la que llamamos "Historia", era uno de nuestros baluartes más preciados, una de nuestras riquezas más deliciosas, y sin embargo, a pesar de la pila de pruebas en favor de la ingeniería humana de las pirámides, nos costaba asumir que las habíamos hecho nosotros. La contradicción interna de la raza humana era una constante que observaba Tumuk en cada una de nuestras experiencias. No entendía, por ejemplo, que el mismo horror que sentíamos ante los guetos no lo sintiéramos en un zoológico. <br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Mike hablaba con soltura y hacía del relato un cuento. Gozaba de la "facilidad de palabras" de los buenos vendedores y saltaba de un tema al otro con conectores sutiles, casi invisibles. Claudia, mientras su marido hablaba, comía medialunas. La contactada parecía ajena, letárgica de algún modo, distante de la conversación, del bar…un poco de la vida. Interrumpió a su esposo para decirnos que 20.16 vayamos al cerro que iba a pasar Tumuk con una nave, y mojó la medialuna en el café. Mike no consultaba con ella a la hora de responder las preguntas que le hacíamos, pero pidió su autorización (la de Tumuk) cuando uno de mis amigos le preguntó por su personaje predilecto: Jesucristo. Los rasgos simpáticos de Mike se endurecieron y miró a Claudia, que se limpiaba de la boca el almíbar de las medialunas.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Si, está todo bien – respondió la contactada.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Según el relato oficial, el que narraba ese libro que Mike nos había recomendado, Jesucristo era, junto a otros "enviados", parte de una embajada de los "Altos" para menguar los efectos de la cuarentena. Tumuk, por el contrario, pensaba que era humano, que la embajada de los Altos era un argumento ficticio para torcer la voluntad de los letrados que juzgaban a Lucifer. Él pensaba que como la prohibición de comer cerdo en los judíos era un prototipo de la medicina, la acción de Jesucristo era un rudimento de la política. Era difícil imaginar cuánto había influido el contacto de Tumuk con nuestra humanidad a la hora de evaluar sus opiniones, pero conocer un pueblo inteligente sin el visto bueno de los Altos, era para él un descubrimiento semejante a que pudiéramos recrear las condiciones del Big Bang. Nuestro simiesco modo de interpretar el mundo, era la piedra fundamental de la genealogía universal para Tumuk. La idea de Dios era la respuesta autodidacta de nuestro pueblo, así cuando mucho judíos murieron de triquinosis a alguien se le ocurrió que comer cerdo era un castigo de Dios, cuando un líder asumió la resistencia política de un pueblo doblemente sometido, pensaron que era su hijo. Así era el desarrollo humano – pensaba Tumuk -, como si en algún lugar existiera el reconocimiento de los Altos.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- ¿Y qué piensan los Altos de nosotros? – le pregunté a Claudia.<br />
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<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- No sabe – respondió la contactada por Tumuk.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Era traumático que un ser al que podríamos confundir con Dios no supiera algo, pero la esfera de los Altos era lejana incluso para Tumuk. Sin embargo Mike, que pareció intuir el sentido último de la pregunta, nos dijo que éramos molestos para los Altos, no como raza sino como existencia. Después de pedir permiso, nos comentó en voz baja que muchos habían cuestionado el valor de los Altos al ver que pululaba la inteligencia sin su intervención, pero que de cualquier manera estábamos "fuera de peligro". Los grises habían deseado atacar nuestro planeta como una forma de herir a sus enemigos blancos por la "puerta de atrás", pero hoy, si bien solían secuestrar cada tanto algún terrestre, en tanto especie estábamos salvaguardada por la estrategia de la defensa de Lucifer. Habíamos tenido suerte, dijo Mike con una sonrisa. <br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">El asfalto gris de la techada no nos permitía reconocer la longevidad de la tarde. Habíamos perdido la cuenta del tiempo escuchando hablar a Mike, e imaginando al séptimo sentado en la mesa, alejado un poco por sus tres metros de altura y su fluorescencia de energía en un cuerpo sin volumen. <br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Che, son más de las siete – dijo uno de mis amigos, y Mike pidió la cuenta.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">Nos saludamos como amigos de toda la vida, prometimos volver y le agradecimos la atención a Tumuk y a todos los Muchachos. Claudia nos dijo "Saludos", pero el que hablaba era Él. Volvimos al camping, y en el camino se nos ocurrieron decenas de preguntas. Con la solemnidad del juramento, llegamos a la conclusión que algún día teníamos que volver. No ingresamos al camping, sino que pasamos de largo directamente hacia el punto de encuentro. Era una noche fría pero el cielo se había despejado, y como todos los días anteriores éramos cuatro almas solitarias rodeadas por los cuacs. Uno de mis amigos, que había adquirido la habilidad de imitar sus voces, estabecía conversaciones con las almas en pena. ¡Cuac! – decía mi amigo - ¡Cuac! – le respondían los fantasmas. <br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Te vas a hacer mierda la garganta – le recomendó uno de nosotros, pero cada tanto lo volvía a hacer.<br />
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<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Yo tengo 20:16 – dijo el tercero de mis amigos, y todos recordamos el embuste del Expreso de Aarón.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Yo tengo y catorce.<br />
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Yo también.<br />
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<div style="text-align: justify;">
<span xmlns="">- Yo, y quince.<br />
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<span xmlns="">Los cuatro mirábamos los relojes, y cuando en el digital del que tenía y quince se sumó un fragmento en el 5 que lo convirtió en 16, en el pico más alto del Uritorco se encendió la luz blanca de una nave extraterrestre. Creo que en el fondo hubiéramos deseado que eso no pasara nunca, pero pasó exactamente a las 20:16.</span></div>
<span xmlns=""><br />
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Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-24029892523395373032011-10-26T20:06:00.003-06:002011-10-26T20:20:42.218-06:00Otro tiro para el lado de la Justicia<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYFQNuC_nWJv9d53l4F71wbjK_17k5BjK6FWbLWxRvQJRbtse3x7hPFw8oA1_63qbjfWjJQB5qIjLsB8CWGJF6jocauTF9EXapImrXBI76ROAVmMOo37gvlZzFDXEROImACJSbzEP9/s1600/Juicio+y+Castigo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="284" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYFQNuC_nWJv9d53l4F71wbjK_17k5BjK6FWbLWxRvQJRbtse3x7hPFw8oA1_63qbjfWjJQB5qIjLsB8CWGJF6jocauTF9EXapImrXBI76ROAVmMOo37gvlZzFDXEROImACJSbzEP9/s320/Juicio+y+Castigo.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Decir que se hizo justicia, redunda. Hoy, una vida después de los crímenes cometidos en la ESMA se juzgó a sus responsables. Mientras veía por la televisión el fallo, pensaba que le estará pasando por la cabeza a los genocidas del banquillo. No creo que estén arrepentidos, arrepentirse es humano y en ese sentido pleno, ese que vive en la emociones, en la solidaridad, en el honor, estos hombres no lo eran ni lo son. Ni siquiera se enojaron, no mostraron la humanidad de quien se siente víctima de una injusticia. No protestaron ni protestan sino a través de sus abogados, otros que hablan por ellos lo que no se animan a decir. Esos asesino viles, cobardes ahora tienen su JUICIO Y CASTIGO, ese que pidieron tanto tiempo, contra todo, las queridas viejas con pañuelo blanco. ¿Qué estarán pensando ellas? Es difícil meterse en la piel de alguien con un hijo arrebatado y sin derecho a sepultura, a quienes sistemáticamente le cerraron la puerta en la cara, que tuvieron que soportar la democracia sumisa del indulto, el ninguneo de parte de la sociedad y la indiferencia de tantos. Tal vez, en el alma de la Madres, hoy haya una reconciliación con sus pérdidas, una tregua con el pasado. <br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Este juicio, bien denominado histórico, se une a la plaza histórica del 23 y a tantos otros hechos que hacen que la Historia se escriba con mayúscula. Estamos viviendo una época de las que quedan impresas en los libros, muy distinta al derrotero del tiempo que nos tocó vivir en los 90. Hay una sensación de realidad que paradójicamente sigue pareciendo un sueño. Estas cosas que nos pasan, que nos atraviesan, son las mismas que no pensábamos que íbamos a vivir. ¡Qué lejana que parece esa tarde que Néstor dio la orden de bajar los cuadros! Aquel gesto que yo me permití dudar, aunque parezca que fue ayer, pasó hace mucho tiempo. Hoy se condena a los genocidas de la ESMA, la coherencia de este proyecto, sostenido en el tiempo, es lo que excita y también lo que asusta. Para quienes eran los dueños del país no pasó el chubasco, y lo peor para ellos es que está aclarando el cielo de la sociedad. Existe la posibilidad de que esto no sea un periodo de desgracias para la oligarquía, sino que lo periódico se convierta en continuidad. Ese es nuestro objetivo, el de la sociedad, arrebatarle el país de las manos a sus antiguos dueños y repartirlo entre todos. A los cobardes que lo evitaron en el pasado, hoy les dieron cadena perpetua. Los dinosaurios están desapareciendo, el futuro es de nosotros. Hoy, más que nunca: ¡Salud!</span></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-615557148231891922011-10-23T20:55:00.003-06:002011-10-23T21:00:15.571-06:00Presidenciales 2011: La Plaza de Cristina<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://a6.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-ash4/298089_2458513458777_1130347493_2890721_1487083886_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://a6.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-ash4/298089_2458513458777_1130347493_2890721_1487083886_n.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">La Plaza que cuenta la historia de los argentinos se vistió de celeste y blanco, se vistió de fiesta. Cuando yo era chico y gobernaban los nefastos, cada vez que en la televisión pasaban imágenes de la plaza de Perón, mi vieja me decía: "Eso era llenar la plaza". Hoy, esa plaza que veía en blanco y negro se llenó de colorido. Cantar la marcha con gente y a todo volumen de la voz es un sentimiento, una liberación, una reivindicación, una alegría. Eso fue la plaza de Cristina, la plaza de la alegría. Por encima de todo, la gente sonreía. Es imposible calcular desde adentro la gente que había, pero sin pedir silencio, la Presidenta logró que se callaran todos. Fue un momento sublime, de lágrimas, cuando recordó a los desaparecidos, cuando dijo que la presencia de las madres era el signo de que no se había desviado del camino, cuando recordó a Néstor, cuando habló del país que queremos y cuando amenazó con enojarse cuando lo abuchearon a Macri. En todo momento, la plaza fue suya.<br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Hace más de treinta horas que estoy despierto, pero no quería dejar pasar el momento para compartir esto, la alegría de vivir la Plaza de Mayo con tipos como yo, que tanto tiempo pensamos que estábamos locos, que éramos los raros que no mirábamos Tinelli. Tal vez le falte a este proyecto más de lo que hizo, pero hoy no es momento para analizar; hoy, se canta.<br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">"Los muchachos peronistas, todos unidos triunfaremos…"</span></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-79100253547168992902011-10-22T14:39:00.003-06:002011-10-23T00:13:41.858-06:00Presidenciales 2011: La previa<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://www.cbanoticias.net/wp-content/woo_custom/2093-democacia.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://www.cbanoticias.net/wp-content/woo_custom/2093-democacia.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Mañana se procederá por séptima vez consecutiva a una elección democrática para la presidencia de la nación. Es una marca histórica para la Argentina de la cual algunos estarán orgullosos y otros verán la decadencia del país. La democracia es un sistema con adeptos y detractores, pero que a la postre lleva 28 años en Argentina y más de 2000 en el mundo. A pesar de ello, el ejercicio condicionado de la democracia hace que en nuestro país, solo los más jóvenes, aquellos que nunca vivieron otra circunstancia que no fuera la de la elección democrática, sean los únicos que la entienden en todas sus aristas. Como decía, el sistema democrático es antiguo y en su etimología conserva el sentido plano de su espíritu: el gobierno del pueblo. Por supuesto, el gobierno del pueblo en la polis de Atenas no puede compararse a nuestro sistema representativo, donde el domingo vamos a elegir quienes queremos que deliberen por nosotros. En aquella época de Platón, el gobierno del pueblo era una asamblea reunida en el anfiteatro. Alguien proclamaba, otros discutían y finalmente se llegaba a una decisión por el voto de la mayoría, como en las asambleas de la actualidad. ¿Esto es posible en el 2011? Las polis griegas, las más grandes como Atenas, contaban entre hombres, mujeres, niños y esclavos con una población menor a las diez mil personas. La democracia evolucionó, así creció la población del mundo. La democracia representativa es la respuesta lógica a una asamblea que debería contar, en Argentina, con 20 millones de voces. ¿Pero qué fue del anfiteatro?<br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">Con el anfiteatro ocurrió lo mismo que con la democracia. En una población de diez mil personas la comunicación de las noticias era de voz en voz. Lo que pasaba en la asamblea sino se escuchaba de primera mano, se le preguntaba a un vecino. Los medios de comunicación en la actualidad, ocupan el lugar que en la Antigua Grecia ocupaba el anfiteatro. El diario, la radio, la televisión, internet son vehículos mediante los cuales uno participa de la "asamblea". Lo que dijo tal o cual de los representantes que se eligen mediante el sufragio, nos llega a través de los medios/anfiteatro como si estuviéramos allí. Aunque, por supuesto, de la misma forma que el vecino de la polis narraría lo ocurrido en la asamblea, también nuestros medios versionan la palabra original. Nuestro anfiteatro no tiene el mutismo de los escalones de piedra. En épocas no muy distantes donde la democracia era rehén de los aristócratas, la prensa era un subrogado del poder. El ejercicio de la censura es una manipulación deliberada al eco del anfiteatro, por lo tanto la prensa que es plausible de censura pierde valor como comunicador social. Si yo sé que efectivamente, hay cosas que no se pueden publicar es lógico que descrea de lo que leo o escucho. Esto fue lo que cambió en la Argentina de estos últimos años, y lo que aquellos que vivieron la democracia endeble, más les cuesta asimilar. Hoy, el anfiteatro está de vuelta. Cualquiera puede decir lo que se le ocurra que el criterio para su publicación es solo editorial. Este nuevo anfiteatro, vivo y con expresiones que no necesariamente coinciden con lo que se dispara en la "asamblea", es la forma que tenemos los demócratas de hoy para participar mediante el voto de las decisiones políticas. No creo necesario extenderme sobre la arquitectura del anfiteatro actual, sobre como los aristócratas que tenían a la democracia de rehén, se adueñaron de las voces. La fuerza de control, una vez que el pueblo dijo NUNCA MÁS, dejaron de ser las botas para convertirse en micrófonos. Alfonsín lo sufrió, Menem lo sufrió, De la Rúa lo sufrió, Kirchner lo sufrió y Cristina lo sufre. Los medios hegemónicos son un sufrimiento para la democracia. <br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span xmlns="">El domingo se vota, y aunque se prevé que Cristina va a ganar, nunca se sabe nada hasta el escrutinio. Pero de cualquier manera, Binner, Alfonsín, Duhalde, Altamira, Carrió o Rodriguez Saa, si llegasen a tener el honor de ser Presidentes de la Nación Argentina, cuentan con un arma que ninguno de sus predecesores tuvo. En estos ocho años de gobierno, la dirigencia que tanto denigran, le enseñó al pueblo argentino que el eco del anfiteatro no es la reproducción exacta de las voces de la asamblea, nos mostró a todos que el "anfiteatro puede mentir", y ese es un capital para el país que no cosechó ninguno de los gobiernos anteriores. Hoy en día, el que gane tiene la posibilidad de gobernar, Cristina le dio a la democracia un lastre de gobernabilidad inédito, de ahora en más cualquier presidente puede venderse al favor de la aristocracia, pero ahora es una posibilidad lo que antes era un mandamiento. La prensa perdió en estos ocho años el carácter extorsivo que le otorga la manipulación de los votos a través de la "opinión pública". Mañana será un día histórico, porque por encima de los apellidos de las listas, la elección está entre el poder político vs el poder fáctico. Argentinos, ahora que podemos, a votar con libertad.</span></div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-65296483087908102542011-10-18T12:52:00.008-06:002012-08-28T21:44:50.558-06:00Capítulo 9: La Sugestión <div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<span xmlns=""></span><br />
<div style="text-align: justify;">
La radio era negra, con rueda de dial y tierra acumulada en cada surco del parlante. La antena estaba partida y para que enganche una señal teníamos que ponerla sobre la mesada, apuntando hacia el cerro. Afuera la tormenta arreciaba de viento, las gotas de lluvia del tamaño de una semilla se estrellaban contra el vidrio de la única ventana. Dentro de la casa, la pava estaba en el fuego y las paredes se movían con cada ráfaga fuerte. Estábamos en la cocina, mi amigo y yo; muchos kilómetros al norte, Italia y Brasil jugaban la final del mundo. Era un partido absurdo en el cual el resultado ideal sería que ambos perdieran; uno por rivalidad regional, el otro por identidad futbolística. Estábamos solos porque dos de mis amigos, de esos que prefieren la complejidad de un auto a la simplicidad de una pelota, habían bajado al pueblo en el Subaru de Mike. La cancha estaba llena, anunciaba el relator por encima de la estática, y mi amigo sacó la pava del fuego para preparar el café. La cocina de la casa era como un comedor de refugiados, las paredes blancas azoradas por la tierra y cantidades de cosas tiradas en el suelo. Sobre una mesita de madera con la pintura saltada y un mantel de plástico, estaba el tablero de ajedrez. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡No puedo creer estar hinchando por esos tanos de mierda! – decía mi amigo.</div>
<div style="text-align: justify;">
La avaricia del fútbol italiano era una injuria al arte de la pelota, pero no podíamos hinchar por Brasil. Como tantas veces, tragamos la hiel de considerarnos campeones morales y escuchamos la final de otros.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Brasil no tiene arquero – dije yo, como si fuese el único jugador que importara. </div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando empezó el partido, una ráfaga infernal se sobrepuso a la voz del relator. La puerta de chapa crujía como si la quisieran abrir desde afuera.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Que nochecita… - dije yo, y recordé el terror de hacía poco más de doce horas.</div>
<div style="text-align: justify;">
Al final de cuentas habíamos logrado dormir, pero el susto perduraba. Aunque la luz del día alejaba los fantasmas, esa tarde de tormenta, soledad y el sonido metálico de una radio vieja, eran escenario ameno a los oscuros recuerdos inmediatos. ¿Qué habían sido esos pasos? Los habíamos escuchado con nitidez, eran pasos sobre la gramilla, pasos de alguien…o de algo. Mike, aquel día que viéramos la nave, nos había enseñado a defendernos contra los cuacs. Era un procedimiento poco heterodoxo y de dudosa etiología que consistía en imaginar una bola de energía blanca en el pecho, e irradiarla alrededor del cuerpo como si se tratara de un campo de fuerza. La llamaba "Campana", y mientras escuchábamos que Brasil tenía en un arco a Italia intentábamos hacerla. Cerramos los ojos e imaginamos la bola, en lo personal, cada vez que intentaba irradiarla me distraía y tenía que empezar todo de nuevo. Logré con esfuerzo llevarla hasta las piernas, pero como un trastorno obsesivo me quedaban los pies afuera. Suponía que esa parte del cuerpo, por lo general poco reconocida, era importante por el contacto con el suelo, así que hice un esfuerzo más y logré cubrirla pero en el colmo de la ingeniería etérica sentí que se me destapaba la cabeza. Estaba sufriendo el síndrome de la frazada corta, como Brasil que de tanto atacar se exponía al contraataque. Fue una llegada esporádica de los italianos, pero alcanzó para que nos desconcentráramos y olvidemos el intento de campana.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Igual, para mí que nos comimos la cabeza anoche – dije un poco por frustración.</div>
<div style="text-align: justify;">
Si un lugar en el mundo facilitaba el acceso a la sugestión, ese era Capilla. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero los pasos los oímos… - dijo mi amigo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Y la luz roja que disparó el viento, también… - agregué yo.</div>
<div style="text-align: justify;">
La relación de causa y efecto entre la luz roja y el viento era forzada, lo sabíamos, pero hasta que esa nave apareció en el cielo la noche era un remanso y la primera ráfaga había aplastado el fuego como si soplara desde arriba. Pero seguían siendo los pasos, esos sonidos sin cuerpo, acechantes, el motivo del horror. No habíamos escuchado nada parecido hasta ese día.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Para vos qué eran? – preguntó mi amigo, y me hubiese encantado responderle que "nada" y sonar sincero.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los principales sospechosos eran cuacs o grises. Los primeros, por su naturaleza inmaterial tenían menos probabilidad que los segundos, aunque si pudiéramos elegir preferiríamos esas almas errantes a los extraterrestres grises a quienes no les caíamos en gracia por nuestra amistad con sus enemigos blancos. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Italia o Brasil? – fue la pregunta retórica de mi amigo para escoger entre dos villanos, cuando terminaba el primer tiempo de la final. El partido seguía cero a cero y el arquero de Brasil no se había mandado ninguna.</div>
<div style="text-align: justify;">
Haber deseado que la presencia fuera la de un fantasma como el menor de dos males, no es algo común. Para distraer la cabeza durante el entretiempo iniciamos una partida de ajedrez, pero al poco tiempo desistimos. El viento arreciaba y nuestra atención no estaba puesta en la partida. Afuera, todavía rondaba una sensación de escalofrío. La sugestión era nuestra mejor aliada, pero llegamos a la comprensión de que no funciona como consuelo. La idea de sugestión mientras transcurre el evento temible se convierte en negación, lo cual perturba aún más el estado de las cosas. Decir "esto no está pasando" o "estamos imaginando cosas" cuando el oído capta sonidos, no hace más que intensificar la sensación. ¿Pero qué pasa cuando no hay examen de conciencia que verifique la presencia de un agente aterrador? Lo mismo, la sugestión sigue siendo un mal consuelo. Esa tarde comenzaba el segundo tiempo en una radio que cada vez se oía peor, los nubarrones oscurecían el cielo y el viento pegaba contra las paredes de una casa precaria rodeada por el monte.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Espero que a estos pelotudos no se les ocurra asustarnos – dijo mi amigo, y agarró la cafetera.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los que habían bajado en auto volverían caminando, y si pensaban hacernos una joda se iban a comer un cafeterazo. Ni siquiera se me ocurrió oponer resistencia, es más, estuve de acuerdo y me armé con un cenicero de bronce. El resto del partido lo escuchamos en silencio, con la atención flotante sobre la pelota y los ojos puestos en la puerta, en la ventana, la puerta de la habitación y en las paredes. Aquello que nos atemorizaba no necesitaba una abertura para ingresar.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Qué no sean pelotudos… – dije yo, porque lo que al principio era algo leve se había convertido en un ambiente de tensión. Sinceramente deseaba que no quisieran hacernos una joda, porque sabía que mis nervios no iban controlar mi mano armada con el cenicero. <br />
Las nubes se agolparon y se hizo de noche. Lejos, para el lado del cerro, se escuchó un grito de cuac. La radio contaba que al final de los noventa minutos, Italia y Brasil habían terminado cero a cero. Era lo último que nos importaba. Sobre el rumor de la tormenta escuchamos afuera las voces de nuestros amigos. Se venían riendo y ese buen humor, como un sortilegio, despejó la pesadez en el interior de la casa.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Qué bueno que no nos hicieron una joda! – les dije con alivio.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Lo pensamos – contestó uno de ellos – pero nos pareció que no daba…</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Se salvaron cagando! – gritó de atrás mi amigo, que todavía cargaba la cafetera.</div>
<div style="text-align: justify;">
Brasil salió campeón por penales y el arquero fue figura. No hubo heridos en el camping.</div>
</div>
Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-845097088435959592011-10-16T23:21:00.002-06:002011-10-16T23:34:29.717-06:0017 de octubre 2011: Indignados por el Mundo y San Perón<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDP3KwmnLzMaRNXIeObN5_nLgwzFC4NYbC85poy9Gjj0vlxeBBH1bBF4eUASybnAwBZkBYNvacWTfFEp4mh0uSsOmwmG0UBtHpqy_QTAXMo-s09YQbsglp08bBo59NkjOQbEHGk2X49Zg/s1600/indignados-210611_thumb_medium380_0.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="213" oda="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDP3KwmnLzMaRNXIeObN5_nLgwzFC4NYbC85poy9Gjj0vlxeBBH1bBF4eUASybnAwBZkBYNvacWTfFEp4mh0uSsOmwmG0UBtHpqy_QTAXMo-s09YQbsglp08bBo59NkjOQbEHGk2X49Zg/s320/indignados-210611_thumb_medium380_0.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;">Es contradictorio lo que me pasa hoy en Argentina al ver que en New York quieren ocupar Wall Street, que los italianos prenden fuego un auto frente al Coliseo y que los filipinos salen a la calle, todos con la misma idea. El mundo, poco a poco, parece estar dándose cuenta de que la suba de las bolsas de valores es una pésima noticia para el pueblo, que este sistema siempre fue un fraude. Se me hace un nudo en la garganta al enterarme que en setecientas y pico de ciudades hay manifestaciones de "indignados", y sin embargo estoy condenado a mirarlo por televisión. Quién hubiera imaginado que un 17 de octubre, a una semana de una elección presidencial y con el mundo levantándose frente al poder de los banqueros, nosotros estaríamos en casa. Es raro, muy raro, pero no puedo votar en contra de un proyecto que me gusta para tener la posibilidad de "indignarme". Cuando hace diez años las prácticas que ahora condenan todos pegaron fuerte en Argentina, no fuimos capaces de entender que el problema no era la administración política, sino que esta era cómplice de un mal mayor y sistemático. El neoliberalismo no parecía un problema en sí mismo, sino que la corrupción de los políticos había estropeado en este país lo que era una panacea en el resto del mundo. Claro, estábamos un poco solos allá por el 2001 y los políticos de turno, como ahora los de los países indignados, eran realmente una vergüenza. Teníamos motivos para confundir sino la paja con el trigo, al menos la paja con la maleza. Ahora el mundo se da cuenta que el trigo es el pueblo, y que la paja y la maleza hay que segarla con la misma gavilla y de una buena vez. En estos meses escuché en múltiples voces la frase que "a pesar de la primavera económica, Argentina no está exenta de la crisis". Me pregunto si también estaremos "exentos" de la primavera social.</div><div style="text-align: justify;">Hoy, en este país se ataca a las corporaciones indignantes desde el gobierno y la gente se queda en su casa. Es una buena manera de festejar los sesenta y seis años de lealtad, siempre que no olvidemos que el combate es, fue y será contra el Capital. Sentimos que el gobierno nos representa en esta lucha de indignados, pero no dejemos sola a la presidenta. No olvidemos que ellos cuentan con el poder de las armas, el control de los formadores de opinión, una tropa de serviles políticos y mucha gente a la que no le gustan los ideales de igualdad. Hace poco murió un magnate de la obsolencia programada al que no pocos tildaron de "filántropo e inspiración", la huella de la estupidez capitalista es muy profunda. </div></div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-21375738233701449252011-10-14T15:50:00.003-06:002012-08-28T21:45:24.058-06:00Capítulo 8: Duerme o Muere<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Cecilia B. se quedó el fin de semana en Capilla. Era una preceptora de secundaria en Villa Urquiza, que escondía entre las tizas y las amonestaciones su deseo de que el mundo fuese otro, que existiera algo más que lo concreto. En el camping, cuando a la caída del sol se entremezclaba el Cerro con la noche, abría sus ojos pardos y se frotaba las manos como una nena que espera una golosina. Tenía un sentimiento respecto de los ovnis, algo cercano a la fe. Cuando apareció una luz en el Cerro se levantó de la silla como si fuera la primera vez que veía una nave. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Hola! – los saludó, y nos miró a nosotros como si se avergonzara de lo que acababa de hacer. </div>
<div style="text-align: justify;">
Hacía algunas temporadas que visitaba Capilla, siempre con ese espíritu inocente de la primera vez. A todos nos provocaba algo ver esas luces en la montaña, en el cielo, pero ninguno como ella para expresarlo. La voz se le convertía en un canto cuando hablaba de la belleza del juego de luces, a veces blancas a veces ámbar, que se movían en la altitud. Aquella fue una noche atípica. A pesar del frío nos trasladamos hasta el punto de encuentro y en la oscuridad las naves brillaban como cirios. Por la abertura de mi pasamontaña se colaba el estupor de algo inexplicable aunque tan simple como una luz. Cecilia B. no lo veía de esa forma y se le llenaban los ojos de lágrimas. Esa noche el Uritorco fue un show, aparecía una luz en el pico más bajo, otra en el mayor, otra en la base; se desplazaban, cambiaban de color, se encendían y se apagaban. La noche fría pero apacible, nos invitó a quedarnos y nos fuimos a dormir muy tarde. Al mediodía, Cecilia B y Aarón desayunaban con mis amigos en un clima de bienestar. Comimos todos juntos, y hasta el atardecer que despedimos a Cecilia B. jugamos a las cartas, al ajedrez, tomamos mate y nos reímos con las anécdotas del camping que contaba Aarón. Cecilia B. se despidió en la entrada, les dejó saludos a Mike y a Claudia y uno de nosotros anotó su teléfono para encontrarnos en Buenos aires. Aarón la acompañó hasta la terminal y nos avisó que esa noche no volvería. Teníamos todo el camping para nosotros. El atardecer se fue en silencio, con un resplandor naranja que rebotó en las rocas del cerro antes de que lo cubriera la oscuridad.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Este pelotudo de Nerón se olvidó de la bombita! – dijo uno de mis amigos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Aarón ya había obtenido su apodo fonético (Leroy era otro) y reconocíamos como Mike, que no era atento en el cuidado del camping. La puerta de la casa estaba cerrada, y no había otro lugar donde conectar el alargue. Hicimos un fuego que bien merecería el nombre de hoguera para iluminar las sombras de la noche, y poder vernos las caras sin necesidad de las linternas. Como una herradura alrededor del fuego, los cuatro nos sentamos de frente al cerro como si estuviéramos en un teatro. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Está noche se materializa alguna – apostó uno de mis amigos, que encendía un cigarrillo con una rama del fogón. </div>
<div style="text-align: justify;">
Era una expresión de deseo, pero también una declaración de principios. El silencio era tal que permitía imaginar que éramos los únicos despiertos en Capilla. La noche anterior había sido tal el desparpajo de los ovnis, que los cuatro intuíamos que algo podía pasar, que las condiciones estaban dadas para una prueba irrefutable. Sentíamos con la fuerza de la intuición que habíamos quedado solos por un motivo. Una luz, tímida, se encendió en la cima del Uritorco, en el mismo lugar que la vimos por primera vez.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Empezó! – dijo uno de mis amigos, e hizo con su linterna las cuatro luces cortas y la quinta prolongada, como nos había enseñado Mike que teníamos que comunicarnos con los Muchachos. La nave respondió con un guiño, como los autos que cruzan una bocacalle oscura. Nos quedamos sin respiración; el que estaba fumando nunca largó el humo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Groso… - comentó el que comandaba la linterna y volvió a hacer la señal de luces. </div>
<div style="text-align: justify;">
Pero esta vez no hubo respuesta. Como en una lenta agonía, la nave se fue apagando hasta desaparecer en la oscuridad del Cerro. Mi amigo lo intentó varias veces más, todas ellas en vano. Con algo de decepción pero sin que se resintiera la esperanza, preparamos café para combatir el frío y la impaciencia. En el fondo del jarro se había creado un limo de café quemado que lo haría inservible para otro uso que no fuera ese café de camping, pensaba mientras le metía cuatro cucharadas soperas al agua hirviendo. Mientras tanto, dos de mis amigos fueron hasta el punto de encuentro.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Nada, che – dijo uno de ellos cuando volvieron. </div>
<div style="text-align: justify;">
Intentamos otra vez con señales lumínicas contra el mutismo del Cerro. La noche que amenazaba con ser mágica, se apagaba como una estrella fugaz. Sobre las gemelas, casi en el mismo lugar en el que habían aparecido aquellas dos luces blancas, uno de mis amigos divisó una pequeña luz roja que se trasladaba por el cielo. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Es un avión – opiné yo, y me mojé los labios en la amargura del café.</div>
<div style="text-align: justify;">
Habíamos adquirido cierta experiencia en la observación del cielo nocturno. Muchas luces sospechosas - la mayoría en verdad -, pertenecen a satélites, basura espacial o aviones. Estos últimos, como bien se sabe, tienen la particularidad de surcar siempre las mismas rutas y destellar con una luz blanca y otra fija de color rojo. Paralelo a las gemelas transitaba una de esas rutas y era normal que viéramos destellos y luces de avión. Aquella noche, le respondí a mi amigo sin detenerme a mirar.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eso no es un avión – insistió él, y los tres giramos la cabeza. La luz roja que circulaba a una velocidad crucero de avión por el camino que suelen tomar los aviones, de pronto se detuvo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Un avión no hace eso – dijo mi amigo, que acreditaba una licencia de piloto de planeador.</div>
<div style="text-align: justify;">
Todo cambió de un momento para el otro. La noche serena se estremeció con una ráfaga de viento que aplastó las llamas de la hoguera y los cuacs surgieron en bandada y sobrevolaron el camping como los kamikazes de la segunda guerra. Las llamas del fogón, ahora avivadas por el viento cruzado, nos obligaron a echarnos para atrás. Esa luz roja, estática en el cielo, comenzó a moverse en dirección contraria de donde había venido y se hizo más grande, más intensa. Era el rojo de la luz de los semáforos. El silencio se había disturbado por el zumbido del viento y los gritos de los cuacs, sin embargo escuchamos el sonido de unos pasos que se acercaban sobre las ramitas frágiles de la gramilla. Dos de mis amigos apuntaron con la linterna, cada uno para un lugar distinto. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Sonó allá – agregó el tercero, en coincidencia con una de las opciones. El haz de la linterna no mostraba más que los arbustos arrebatados por el viento, pero detrás nuestro, y esta vez lo cuatro coincidimos, se quebró otra rama a la escuchamos ceder con un crujido de silla vieja antes de partirse. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Deben ser las vacas del vecino – dije yo para distraer el miedo, pero ni mi voz ni la presencia efectiva de una vaca me ayudaron.</div>
<div style="text-align: justify;">
Espalda contra espalda, estábamos los cuatro a la merced del monte. Las linternas no mostraban el sustento de los pasos que oíamos y los cuacs revoloteaban como almas carroñeras. Sin romper la formación retrocedimos y nos metimos en la carpa; no era la mejor idea, pero era la única opción. No buscábamos refugio en las paredes de tela, sino en el olvido del sueño. Habíamos estado muchos días durmiendo poco, y sabíamos que en un momento de calma lo podríamos llegar a conciliar. Esa noche no hubo Dios-Hormiga, la linterna no colgaba del parante y no solo para que la luz no atrajera especies, sino porque temíamos que el viento la tirara. También eso pensamos de la carpa que se embolsaba y se aplastaba a merced de un viento inverosímil. Yo, que sufro de insomnio, cerraba los ojos para que se acabara la pesadilla, pero cada vez que mis pensamientos comenzaban a habitar el escenario del sueño, eran los cuacs, los pasos o las ráfagas de vientos quienes me volvían al calvario de la vigilia. Lo último que recuerdo fue mi mano junto a la de uno de mis amigos, sosteniendo el parante de la carpa para evitar que se derrumbara. </div>
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Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-72696971770117481712011-10-12T02:11:00.004-06:002011-10-30T22:57:36.736-06:00Día de la Raza 2011: 519 años sin entender nada<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on"><span xmlns=""></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjl2axXZCmM6g3wNL267bNIcWUUROEJf9hBFO6A537xdRFf8VN8uU1KwQufuyMVvjquojbsiEGYXxJCRI5ul7ViHEjZcXmoyiUbF92kJzgpdj4Lw4MnVVQU7knulsW6ICLKDf2aimXE-p8/s1600/204DBE6DCD334D4B3AFC304D4B3AF0.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="213px" oda="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjl2axXZCmM6g3wNL267bNIcWUUROEJf9hBFO6A537xdRFf8VN8uU1KwQufuyMVvjquojbsiEGYXxJCRI5ul7ViHEjZcXmoyiUbF92kJzgpdj4Lw4MnVVQU7knulsW6ICLKDf2aimXE-p8/s320/204DBE6DCD334D4B3AFC304D4B3AF0.jpg" width="320px" /></a></div><div style="text-align: justify;">Si la humanidad no fuese una nebulosa de hipocresía, una nación que condena las prácticas racistas no celebraría el día de la raza. Pero somos porteños blancos, latinos cuando aborrecemos el genocidio de los pueblos originarios, y europeos cuando nos molesta la cumbia sin auricular. Buenos Aires no es París ni va a serlo nunca. París recibe ese nombre por los Parisii, pueblo originario de la rivera del Sena conquistado por los galos, que a su vez fueron conquistados por los romanos, que a su vez fueron conquistados por lo francos. Es una ciudad testigo de los vaivenes de las sucesivas guerras tribales como hoy sería cualquier ciudad Inca sino hubiera sido por nosotros, los blancos, que cortamos el desarrollo de una civilización. ¿Nosotros los blancos? ¿Pero qué tengo que ver yo con Colón, Cortez, Garay, Roca y toda esa manga de genocidas? Nosotros, los porteños del 2011, somos los que genuinamente sentimos fascinación por las calles de París pero no podemos reconocer la belleza de un mercado paceño. Negros de mierda. Sucios. Villeros. Subcultura. Eso es lo que pensamos de quienes nuestros parientes lejanos vinieron a matar. ¿Estamos tan lejos de ellos?</div><div style="text-align: justify;">El campesinado andino sigue siendo segregado por nuestra cultura que le ofrece migajas, y nos quejamos porque ensucian el piso cuando se agachan a recogerlas. Siempre derechos y humanos, por supuesto. Esos Qom que vienen a cortar 9 de Julio a reclamar que les den tierras. ¡Vayan a laburar, negros de mierda!, decimos los blancos, estúpidos, que celebramos el día de la raza. Los usurpadores somos nosotros, ¿qué parte no entendimos?</div><div style="text-align: justify;">Pero cuando queremos ser compasivos y pensamos que todos deberíamos tener las mismas posibilidades les brindamos el acceso a la educación, les enseñamos la historia de nuestro pueblo europeo y como despojamos a sus antepasados de la cultura y de la dignidad. Siempre en español, y si se puede en inglés mucho mejor. ¿Se imaginan el quechua como el idioma oficial de un colegio de San Isidro? La conquista no pasó hace 500 años, como todo crimen de lesa humanidad es condenable mientras se siga ejecutando. La conquista continúa hoy, y va a continuar mientras no entendamos que somos huéspedes indeseables en una tierra que no nos pertenece, que la tomamos por asalto, la explotamos, la desangramos y lo seguimos haciendo. No se puede volver el tiempo atrás, el patrimonio de una cultura abolida no se recupera, pero al menos tengamos el decoro de integrarnos con los descendientes. América Latina puede ser una cultura, pero para eso los blancos tenemos que ceder. </div><br />
</div>Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-80139184414886163352011-10-06T22:44:00.003-06:002012-08-28T21:45:57.309-06:00Capítulo 7: La Escuelita de Aarón<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<div style="text-align: justify;">
Entre dormido y despierto escuché las voces de mis amigos, las risas. Nos habíamos quedado hasta tarde porque después de esas luces que descendieron detrás de las Gemelas habían aparecido otras, menos estremecedoras, pero igualmente válidas. Habíamos discutido en la intimidad de la carpa sobre la vida después de la muerte, la existencia de Dios y también sobre la invasión de las hormigas. Uno de los cierres de la carpa estaba roto y no teníamos defensa contra la tozudez de los insectos que con todo el campo a su disposición, decidían pasar exactamente por ahí. Durante la noche habíamos emparchado con cinta la fisura del cierre, pero sabíamos que era un dique precario.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Vas a volar el camping a la mierda! – escuché implorar a uno de mis amigos, lo que me rescató de la profundidad del sueño hacia la claridad de una conciencia preocupada.</div>
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Día a día, el orden de la carpa se deterioraba, y aunque siempre usábamos la misma ropa, a esa altura era difícil encontrarla. A medio vestir por el apuro, salí al encuentro de un mediodía frio y nuboso. A poca distancia de la carpa, uno de mis amigos estaba de cuclillas inspeccionando el hormiguero. Había encontrado en el galpón una botella de kerosene y estudiaba las condiciones para la "solución final". Explicaba – lo había visto en un documental - que todos los hormigueros del terreno debían estar interrelacionados por túneles subterráneos, por los tanto con una buena cantidad de kerosene era probable eliminar a la colonia. Más allá de la vaguedad de sus argumentos y la súplica de mis amigos, cuando me acerqué y vi en su mirada el goce y la determinación, asumí que estaba decidido. Nos hicimos a un lado mientras, con la precisión de un cirujano, vertía el líquido azul por el ojal de la tierra. Hubo un último pedido de Habeas Corpus, desesperado, que intentaba manipular la fibra sensible del verdugo pero no hubo caso. Un trozo largo de algodón sirvió de mecha y la explosión llegó a nuestros oídos como el barullo de una cañita voladora. Todo pasó en un segundo. Las hormigas brotaron del agujero con la desesperación de quien busca un bote salvavidas. Había cierta jactancia en la cara de mi amigo que caminaba hacia el hormiguero para dimensionar el éxito del plan, pero las hormigas negras, ajenas a los vaivenes de la vida y de la muerte, salieron para trabajar en la restauración de las ruinas. Con sus tenazas y sus múltiples patas y antenas, recreaban sus dominios como hasta el instante previo a la explosión. Mi amigo se llevó la mano a la cara y con el ensimismamiento de un ermitaño, se acarició la barbilla. </div>
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- Divide y reinarás – dijo, y caminó hacia la garrafa donde estaba el azucarero.</div>
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Su nuevo plan consistía en llevar mediante el cebo dulce y granulado un batallón de hormigas coloradas, hacia el hormiguero de las invasoras negras. Justificaba su accionar en el saber popular de que las hormigas coloradas son las que pican, y en una teoría autoproclamada que sostenía que las hormigas coloradas y las negras eran rivales por naturaleza, como los perros y los gatos o los blancos y los grises en el plano de los seres de otra dimensión. Fue entonces que tomó vigor la hipótesis de la peregrinación al Dios-Hormiga. Mi amigo que la sostenía siguió todo el camino de las hormigas a través del cierre descosido y observó que no existía un orificio de salida en la caverna de las mochilas, ni en otro rincón de la carpa. Las hormigas entraban y se quedaban allí, solemnes, a la espera de la presencia de su Dios.</div>
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- ¡La fe mueve montañas! – fue la frase escogida por mi amigo para disuadir al otro de su plan de exterminio, mientras el tercero, práctico y efectivo, remendaba nuevamente el cierre con una cinta más gruesa y la prolijidad de no hacerlo a las tres de la mañana. Saneado el asunto de las hormigas, fuimos adonde estaba Aarón.</div>
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El mediodía nublado acechaba con la amenaza de tormenta. Aarón, sentado en un tronco con vista hacia el camino, hacía el gesto en el borde de sus lentes de quién ajusta un largavista. Desde aquella primera impresión un tanto desconfiada de la bienvenida, habíamos logrado un trato fraternal con el empleado del camping. Era un hombre de risa fácil y de actos decididos, como arrojar a la calle el cassette de Sepultura que uno de mis amigos había puesto en su equipo que reproducía Enya. Teníamos un trato cordial con Aarón, de complicidad adolescente aunque nos separara poco más de una década. Su explicación para el juego de manos con los lentes fue que estaba esperando a Cecilia B., su alumna. Varios puntos de esa respuesta echaban más sombras que luces, y sin embargo todos tenían la misma explicación. Esa tarde, bajo el invierno frío como el no de la mujer amada, Aarón no confesó que era un ser extraterrestre y que al ajustar sus lentes lo que hacía era prolongar el alcance de su vista. Con absoluta seriedad nos comentó que el libro "Ami, el niño de las estrellas", estaba basado en la historia de su vida. Todavía hoy, extendiendo el índice y el meñique como si hiciera los "cuernitos", se comunicaba con su gente. Esos dos dedos eran transmisores, mientras el mayor y el anular, ocultos bajo la palma, actuaban como receptores. Nosotros, en un silencio azorado, simplemente lo mirábamos. Releía una carpeta de hojas rayadas escritas de su puño y letra que le salía redonda, prolija y apretada. Su misión en esta tierra era desparramar la sabiduría de su pueblo, y para eso contaba con su Escuela Universal, donde cada alumno era iluminado en su esencia. Esperaba a Aniuk, nombre cósmico de Cecilia B., que estaba un poco demorada. Uno de mis amigos, mientras Aarón estiraba su vista por el camino de tierra, ojeó la carpeta. Le llamó la atención un dibujo que recordaba al hombre de Da Vinci, pero que alrededor de su cuerpo tenía enroscada una serpiente. </div>
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- ¿Qué es? – le preguntó a Aarón.</div>
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El empleado del camping dejó de mirar la lejanía, y no trasmitió ni recibió información mientras nos daba la respuesta. El ser humano, como lo explicaban las corrientes del yoga y el hinduismo en general, guardaba en su primer chakra la energía necesaria para despertar al Ser Universal, fundamento de la existencia y expresión trascendental de nuestro paso por la experiencia cósmica a la que llamamos vida. Esa energía, representada por una serpiente, duerme en el chakra ubicado en el perineo y para despertarla – según la Escuela Universal de Aarón -, el método era el sexo anal impartido por parte de un Maestro o Iniciado como él. Lo dijo con entera responsabilidad, como quien mira para arriba y asume que va a llover. </div>
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- ¡Ahí viene Aniuk! – dijo contento mientras ajustaba su mirada para enfocar a la alumna que caminaba a la vista de todos.</div>
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Cecilia B. (Aniuk) venía con su cuaderno bajo el brazo y una sonrisa angelical que iluminaba la tarde nublada. Nos saludó a todos y se disculpó por la demora.</div>
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- El micro salió con retraso – se quejó.</div>
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No era una belleza. Sus facciones la hacían parecida al cantante de Los Violadores y su cuerpo esmirriado bajo el polerón negro y los pantalones de gimnasia no eran para darse vuelta en la calle. Pero era una mujer joven y agradable, con la voz profunda de una actriz. Su fascinación por ese "mundo más allá del mundo" que enseñaba Aarón era absoluta. Los vimos entrar juntos a la casa y empezamos a caminar hacia el pueblo con la excusa de aprovisionarnos para lo que quedaba de la estadía. Caminamos en silencio hasta que no alejamos del camping.</div>
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- ¡Un aplauso para Aarón! – gritó uno de mis amigos, y en el anonimato de la calle vacía celebramos el ingenio popular. </div>
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Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-54591874734832900.post-65224557345160440552011-10-03T23:56:00.007-06:002012-08-28T21:46:49.277-06:00Capítulo 6: Revelaciones<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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El humo alimentaba el aire con el perfume de la leña. Del otro lado del fogón, Mike se llevaba un cigarrillo a la boca y se acomodaba en la silla de plástico. Iluminada por el fuego, su cara y la barba que le asomaba del mentón le daban el perfil de un sacerdote egipcio. Su hábito era un jogging Adidas, un par de zapatillas gastadas y una campera de jean con corderito. Hablaba cordial y solo le molestaban las repreguntas. Sonreía fácil, pero pocas veces se reía. Parecía rápido para la cólera pero con nosotros siempre fue paciente y bien dispuesto, como quien disfruta de lo que hace. Estaba sentado de espaldas a las "gemelas", prolongación montañosa del Uritorco, y al lado de Aarón que preparaba el mate. Uno de mis amigos hizo punta con el pasamontaña y al rato los tres lo seguimos. A partir de esa noche, el julio caluroso se convertiría en el invierno gélido de la sierra. El viento arremolinado avivaba las llamas del fogón. </div>
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- Fueron los Muchachos – aceptó Mike, cuando le preguntamos sobre la recuperación del cachorro.</div>
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En términos humanos, los Muchachos eran Dios. Cualquier cosa que nuestra conciencia verifique como un milagro estaba al alcance de su avanzadísima tecnología, sin embargo evitaban interferir en los asuntos de esta tercera dimensión. Ellos vivían en la decimoséptima, y la cantidad de avistamientos en el Uritorco eran consecuencia de una curva en el Espacio Tiempo que hacía coincidir a Capilla con Erks, la de los balcones de luces, ciudad de los Muchachos en la exadimensión. Le habían curado el perro como un favor personal. Una tarde de recién casados, Mike y Claudia se subieron al auto y salieron a la ruta con destino a Santiago del Estero. Alguno de los dos, no recuerdo cuál, tenía parientes en esa provincia. Se perdieron en la ruta, y de casualidad llegaron a Capilla. Sin orientación en la noche, tomaron por una ruta de tierra y se quedaron con el auto. Del camino, aunque más precisamente de la noche, se encendió una luz verdosa, "fluída" la adjetivó Mike. Un ser de piel blanca, altísimo, de cabeza larga y ovalada irradiaba esa luz etérea. Sus ojos, redondos y completamente azules, dominaban una cara despojada de nariz con una línea sin labios en el espacio de la boca. Claudia, sin llegar comprenderlo, escuchó una voz en su cabeza a la que describía como el sonido de un piano de iglesia. Lo primero que le dijo el ser fue su nombre y que no estaba allí para hacerles daño. Mike recordaba que todavía tenía la mano metida en la boca cuando su mujer le dijo: "Está todo bien. Se llama Tumuk". </div>
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Mike echó al fuego la colilla apretada de su cigarrillo negro. Sus ojos satisfechos parecían saborear el recuerdo entre los pliegues de la memoria. Aarón se levantó para cambiarle la yerba al mate.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Cómo es ese asunto de Lucifer? – le preguntó a Mike uno de mis amigos.</div>
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Antes de contestar, Mike nos recomendó la lectura de un libro que recogía todos los testimonios de los distintos contactados, y comentó que solo faltaba en esa edición los pocos "años terrestres" posteriores a que fuera publicada. La percepción del tiempo era muy distinta en nuestra dimensión que en la de los Muchachos, y muchísimo más en la de esos seres elevados que tenían prisionero a Lucifer. En esos Altos mundos se le llamaba "cuarentena" al período de recesión evolutiva que sufrían las tierras luciferianas entre la captura y el juicio del Soberano. Esa cuarentena, explicaba Mike, para nosotros había comenzado un poco después de que una nave de los grises cayera sobre la Tierra y extinguiera a los dinosaurios. Tumuk le explicó a Claudia, para que entendiera el porqué de nuestra naturaleza (y también nuestra importancia), que éramos una raza marginal. Se suponía que en un espacio oscuro, sin el gobierno de un Soberano de la Luz – puesto que ocupaba Lucifer -, no podía brotar la inteligencia. Aunque los defensores de Dios adjudicaban el raro prodigio a las líneas de contrabando que Lucifer había establecido antes de su caída, la generación espontánea de una raza inteligente cuestionaba al poder Divino. Al menos eso era lo que la defensa de Lucifer intentaba establecer en el juicio.</div>
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- Mientras nosotros hablamos, arriba están declarando los testigos – nos dijo Mike, para que entendiéramos lo cerca que estábamos del final de la "cuarentena". – Esto hablando en términos humanos de tiempo, por supuesto – nos aclaró, y pensaba seguir hablando cuando dos disparos quebraron el silencio de la noche. Había un problema con el vecino (vecino en términos rurales), que tenía ganado y a la noche lo soltaba a pastorear. Vimos como Aarón corría a los tiros para el lado del monte.</div>
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- Falsa alarma. Un caballo – dijo Aarón cuando terminó la faena, y dejó la 22 en el galpón para volver a la ronda. Mike esperó a que se sentara.</div>
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- ¡Sos pelotudo! ¡Vas a matar a alguien un día de estos! – le dijo, y Aarón agachó la cabeza con una sonrisita. </div>
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No eran incómodas las peleas entre Mike y Aarón, eran más bien divertidas. Cuando recuperamos el aliento del susto, todavía se miraban de costado. Me hubiese gustado hacerle otra pregunta esa noche, pero conmovido por el relato y el calor del fuego le pregunté quién era Dios.</div>
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- Esa fue la primera pregunta que nos hizo Tumuk – me respondió Mike.</div>
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Cuando los Muchachos se referían a Dios lo hacían en nombre de una instancia creadora del orden del universo, que se asemejaba a esa figura <em>sui géneris</em> de la cultura de la Tierra. Utilizaban la palabra "Dios" con fines didácticos, pero no solamente esa idea les interesaba de nosotros, sino también el arte. Pocos en el Universo sabían de esa raza (la nuestra) que brotara en la más absoluta anarquía y que trajera al mundo la rara virtud de conmover con la expresión estética de sus emociones. Hasta donde los Muchachos conocían (y eso en nuestro medio equivaldría al infinito) no había otra raza que produjese lo que llamamos arte. </div>
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- Se vienen tiempos importantes una vez que termine la cuarentena – prometía Mike -. Cuando sea designado el nuevo Soberano, seguro que va a venir para acá. </div>
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Éramos una raza que había crecido a espadas de Dios. Me imaginaba al nuevo Soberano como un hombre luminoso montado en una nube, cuando de pronto, como si hubiesen despertado del letargo, una bandada de cuacs sobrevolaron el fogón. Mike y Aarón se miraron de reojo.</div>
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- ¿Qué animal es? – preguntó uno de mis amigos. Aarón y Mike sonrieron.</div>
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Capilla, por la eventualidad de cohabitar con Erks, era un centro de energía aparte de un lugar de avistamientos. Los humanos muertos, como enseñaba Tumuk, tenían tres opciones para ejercitar su libre albedrío: Continuar su desarrollo evolutivo hacia otro estado del ser; reencarnar en la Tierra o convertirse en "Entes". Estos últimos eran almas disponibles para el ejercicio de la magia negra y en lugares donde había gran concentración se los podía escuchar con el sonido característico del cuac. </div>
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- Son los que usan las brujas para hacer "daños" – explicaba Mike -, pero tranquilos, a ustedes los cuidan los Muchachos. </div>
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Los cuacs, como llamados a perturbar el juicio de algún alma, volaron raudos hacia la ciudad y la noche volvió a quedar en silencio. Mis amigos y yo aprovechamos para recapitular. En pocas horas nos habíamos enterado más de lo que uno espera de la vida. Mike parecía un hombre sereno y no teníamos porqué desconfiar de su sinceridad, sin embargo no era el tipo de relato que se aceptara sin pruebas. </div>
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- Es una cuestión de tiempo. Con el final de la cuarentena todos se van a enterar - dijo Mike, y en el cielo a sus espaldas, para apuntalar sus palabras y herir nuestras dudas, se materializaron dos luces blancas, enormes, que bajaron en diagonal por detrás de las Gemelas.</div>
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Guillotehttp://www.blogger.com/profile/06585309567544694162noreply@blogger.com2