Los Anillos del Señor


Hoy, la Argentina atraviesa un fenómeno inédito que es la discusión política en la Era de las Telecomunicaciones, y nuestra libertad de prensa, todavía joven, muestra su inmadurez con polarizaciones absolutas que, desde el punto de vista del espectador, confunden y generan violencia. Como si el territorio nacional se tratase de la Tierra Media, el bien y el mal adquieren características épicas de héroes y villanos, una hermosa ilustración de los valores cuando se trabaja en el terreno ficcional, pero una peligrosa maniobra cuando los personajes son de carne y hueso. La prensa tiene la libertad de contarnos su punto de vista, pero tiene la responsabilidad de hacerlo sobre ejes maduros. Los contendientes del poder están claros, y lógicamente, ambos quieren ocupar el espacio reservado a los "buenos". Sauron sería un pésimo líder democrático, una plataforma electoral que contemple la esclavitud de los contribuyentes no seduciría al electorado, por lo tanto, como estrategia mediática – versión frivolizada de la política real -, se "sauroniza" al enemigo político y se laurea al opositor. Esto, en la práctica, puede corroborarse con una precisión matemática: Depende del punto de vista que se lo mire, Cristina encarnaría la maldad de Ella-Laraña, Néstor la omniprescencia maléfica de Sauron, Moyano sería el jefe de los Orcos y dando la vuelta a la moneda, el Ojo caería para el lado de Magnetto, Saruman tendría el rostro de Lanata o la sabiduría de Galadriel reposaría sobre el pañuelo blanco de Estela de Carlotto. Pueden jugar en su casa a ponerle nombres al resto de los personajes, y lo que encontrarían es un puzzle equivalente a cada lado de la lucha del poder, entonces ¿quién nos miente? Esta pregunta es el problema central, esa sensación que tenemos todos de que alguien nos está ocultando la verdad es el resultado lógico de estas construcciones ficcionales. Ciudadanos argentinos, lamento comunicarles que Sauron no existe. Los males de este país no tienen un responsable definitivo como tampoco las virtudes un subsidiario directo, el país somos todos. Para decidir quién queremos que sea presidente miremos a la calle, no a la tele; de lo contrario, gane quien gane, le vamos a exigir que tenga la sabiduría de Gandalf, la entereza de Sam, la voluntad de Frodo y la valentía de Aragorn. 


La democracia es un proceso vivo y real, es una criatura que crece con cada voto y se perfecciona con los años de rodaje. Lo mismo ocurre con la libertad de prensa, que en términos estrictos de libertad, opera en el país desde hace poco más de un año. Hay libertad desde el momento en que hay opciones de elección, y esto, en la Argentina, ocurre hace muy poco. Falta mucho para que el periodismo se independice de los factores de poder, pero el mundo está cambiando y sería inteligente que para acompañarlo, los políticos trabajen de políticos, los periodistas de periodistas y que cada cual en su puesto lo haga para el conjunto de la sociedad, es decir para todos.

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