Los tiempos que vivimos



Estoy viendo el Mundial de Rugby, lo cual es claramente una contradicción ideológica. Entré a la página de la Rugby World Cup, y me encontré que compiten naciones cuyo denominador común es que son colonias británicas: Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Escocia, Gales, Irlanda, Samoa, Fiji…y Argentina. Nuestro país es una colonia británica no declarada, "el que no salta es un inglés", se grita en la cancha. La invasión napoleónica obligó a España a soltar las colonias, y la batalla de Waterloo le dio el derecho a los ingleses de tomarlas. Desde entonces, como un arquetipo argentino, delante de nuestras narices pende la zanahoria del Imperio.
En el discurso mediático del fútbol, se condena al jugador que se tira y las protestas a los referís. En el rugby, para que un jugador se quede en el piso tiene que estar desmayado y a los referís se los trata de usted y solamente le habla el capitán. Nuestro ideal deportivo encarnado por la prensa - discurso hegemónico del siglo XXI - es ese ideal flemático de una contienda entre caballeros medievales. Esos espectadores sentados, quietos, sin que un alambrado los separe de la cancha, se promueven como el proyecto de hincha argentino cuya némesis seria el barrabrava. Es tan profunda la penetración cultural, que tanto el deporte elitista como el popular son de facción inglesa. Estamos atrapados en la brea cultural anglosajona, ¿pero cómo hacemos para que nos deje de gustar el fútbol?
Al rugby no jugué en mi vida, no representa mi escala social y sin embargo acabo de ver un partido entre Gales y Samoa. Me gusta el rugby del mismo modo que me gusta el helado de dulce de leche, entonces pienso, ¿cuál es el deporte argentino? El pato. Nada más que para empezar, la práctica del pato requiere de un caballo, mientras que al fútbol o al rugby se puede jugar en cualquier plaza con la sola presencia de una pelota. ¡Eureka!, si no queremos practicar deportes imperialistas inventemos algunos como la gente.
Lo que hace a una colonia es adoptar la cultura dominante y adaptarla a las particularidades de su pueblo. El fútbol genera delincuencia porque el cuerpo de Latinoamérica rechaza al virus imperial. El fútbol, por más "nuestro" que parezca, no es más que la expresión autóctona de una costumbre extranjera. Hoy, a Latinoamérica le llegó la hora de inventar sus propios deportes.

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