Comentario sobre la columna postraumática de B. Sarlo


Muy señora mía,  le recuerdo que Cristina Fernández no es Macri. La puesta en escena es la estrategia política de quién contrata mercenarios para que le indiquen qué decir, qué hacer y cuándo afeitarse el bigote. Probablemente usted, cómo muchos de su generación y de la mía, esquematicen el mundo desde la idea fosilizada de que la política es solamente la lucha por el poder. Por eso no ve más allá del rédito de la viudez o del clientelismo político, cuando analiza las causas del veredicto de las urnas. No solamente está ofendiendo a quienes votamos por convicción, sino que además tiene el mal gusto de hablar en nombre de los pobres. ¿Usted realmente se imagina lo que vive alguien que se levanta a la mañana sin la certeza de que ese día va a comer? No se puede concebir la crueldad de sostener en qué creen los pobres, cuando se está sentada en un sillón al lado de la estufa. Si de cien planes sociales, uno sirve para que el día de mañana un chico consiga un empleo genuino, el gasto público está pagado. Los pobres, y aparentemente usted debería saberlo, son el combustible de los millonarios. Las grandes multinacionales que ponen sus fábricas en el sudeste asiático, por supuesto que no querrían que esa gente reciba ayuda del gobierno. ¿Por qué tengo que creer que le preocupan los pobres, cuando usted defiende al neoliberalismo?
Nos tiene un poco cansados con su perorata de librepensadora, cuando el discurso hegemónico de la oligarquía la tiene presa desde que empezara a pensar. En su imprenta neuronal no existe otra posibilidad que vivir de las migajas de los poderosos. Se olvida (o jamás lo entendió) que los poderosos son simplemente una coyuntura histórica, que no existe una raza superior, elegida por Dios para gobernar el mundo. La máquina registradora que le implantaron en la cabeza, no le deja ver la realidad de que somos un país en serio, que no necesitamos imitar otras culturas ni obedecer las imposiciones foráneas. Desde el año 1816 que somos un país libre, aunque usted demore 200 años en comprenderlo. La gente ya no le cree a la tinta colonialista, la Argentina está empezando a creer en sí misma y por decantación la gente como usted está empezando a convertirse en el pasado. Hoy en día los argentinos no creemos que los países del norte son mejores. Mal que le pese, pensamos que con nuestros vicios y virtudes podemos construir una identidad nacional. No nos avergüenza ser argentinos, y pensamos que cada uno de nosotros (incluso usted) introduce por el resquicio de la urna un voto de calidad.

"La Juventud y la viudez, sus escudos y sus armas" 

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