Capítulo 6: Revelaciones


El humo alimentaba el aire con el perfume de la leña. Del otro lado del fogón, Mike se llevaba un cigarrillo a la boca y se acomodaba en la silla de plástico. Iluminada por el fuego, su cara y la barba que le asomaba del mentón le daban el perfil de un sacerdote egipcio. Su hábito era un jogging Adidas, un par de zapatillas gastadas y una campera de jean con corderito. Hablaba cordial y solo le molestaban las repreguntas. Sonreía fácil, pero pocas veces se reía. Parecía rápido para la cólera pero con nosotros siempre fue paciente y bien dispuesto, como quien disfruta de lo que hace. Estaba sentado de espaldas a las "gemelas", prolongación montañosa del Uritorco, y al lado de Aarón que preparaba el mate. Uno de mis amigos hizo punta con el pasamontaña y al rato los tres lo seguimos. A partir de esa noche, el julio caluroso se convertiría en el invierno gélido de la sierra. El viento arremolinado avivaba las llamas del fogón.
- Fueron los Muchachos – aceptó Mike, cuando le preguntamos sobre la recuperación del cachorro.
En términos humanos, los Muchachos eran Dios. Cualquier cosa que nuestra conciencia verifique como un milagro estaba al alcance de su avanzadísima tecnología, sin embargo evitaban interferir en los asuntos de esta tercera dimensión. Ellos vivían en la decimoséptima, y la cantidad de avistamientos en el Uritorco eran consecuencia de una curva en el Espacio Tiempo que hacía coincidir a Capilla con Erks, la de los balcones de luces, ciudad de los Muchachos en la exadimensión. Le habían curado el perro como un favor personal. Una tarde de recién casados, Mike y Claudia se subieron al auto y salieron a la ruta con destino a Santiago del Estero. Alguno de los dos, no recuerdo cuál, tenía parientes en esa provincia. Se perdieron en la ruta, y de casualidad llegaron a Capilla. Sin orientación en la noche, tomaron por una ruta de tierra y se quedaron con el auto. Del camino, aunque más precisamente de la noche, se encendió una luz verdosa, "fluída" la adjetivó Mike. Un ser de piel blanca, altísimo, de cabeza larga y ovalada irradiaba esa luz etérea. Sus ojos, redondos y completamente azules, dominaban una cara despojada de nariz con una línea sin labios en el espacio de la boca. Claudia, sin llegar comprenderlo, escuchó una voz en su cabeza a la que describía como el sonido de un piano de iglesia. Lo primero que le dijo el ser fue su nombre y que no estaba allí para hacerles daño. Mike recordaba que todavía tenía la mano metida en la boca cuando su mujer le dijo: "Está todo bien. Se llama Tumuk".
Mike echó al fuego la colilla apretada de su cigarrillo negro. Sus ojos satisfechos parecían saborear el recuerdo entre los pliegues de la memoria. Aarón se levantó para cambiarle la yerba al mate.
- ¿Cómo es ese asunto de Lucifer? – le preguntó a Mike uno de mis amigos.
Antes de contestar, Mike nos recomendó la lectura de un libro que recogía todos los testimonios de los distintos contactados, y comentó que solo faltaba en esa edición los pocos "años terrestres" posteriores a que fuera publicada. La percepción del tiempo era muy distinta en nuestra dimensión que en la de los Muchachos, y muchísimo más en la de esos seres elevados que tenían prisionero a Lucifer. En esos Altos mundos se le llamaba "cuarentena" al período de recesión evolutiva que sufrían las tierras luciferianas entre la captura y el juicio del Soberano. Esa cuarentena, explicaba Mike, para nosotros había comenzado un poco después de que una nave de los grises cayera sobre la Tierra y extinguiera a los dinosaurios. Tumuk le explicó a Claudia, para que entendiera el porqué de nuestra naturaleza (y también nuestra importancia), que éramos una raza marginal. Se suponía que en un espacio oscuro, sin el gobierno de un Soberano de la Luz – puesto que ocupaba Lucifer -, no podía brotar la inteligencia. Aunque los defensores de Dios adjudicaban el raro prodigio a las líneas de contrabando que Lucifer había establecido antes de su caída, la generación espontánea de una raza inteligente cuestionaba al poder Divino. Al menos eso era lo que la defensa de Lucifer intentaba establecer en el juicio.
- Mientras nosotros hablamos, arriba están declarando los testigos – nos dijo Mike, para que entendiéramos lo cerca que estábamos del final de la "cuarentena". – Esto hablando en términos humanos de tiempo, por supuesto – nos aclaró, y pensaba seguir hablando cuando dos disparos quebraron el silencio de la noche. Había un problema con el vecino (vecino en términos rurales), que tenía ganado y a la noche lo soltaba a pastorear. Vimos como Aarón corría a los tiros para el lado del monte.
- Falsa alarma. Un caballo – dijo Aarón cuando terminó la faena, y dejó la 22 en el galpón para volver a la ronda. Mike esperó a que se sentara.
- ¡Sos pelotudo! ¡Vas a matar a alguien un día de estos! – le dijo, y Aarón agachó la cabeza con una sonrisita.
No eran incómodas las peleas entre Mike y Aarón, eran más bien divertidas. Cuando recuperamos el aliento del susto, todavía se miraban de costado. Me hubiese gustado hacerle otra pregunta esa noche, pero conmovido por el relato y el calor del fuego le pregunté quién era Dios.
- Esa fue la primera pregunta que nos hizo Tumuk – me respondió Mike.
Cuando los Muchachos se referían a Dios lo hacían en nombre de una instancia creadora del orden del universo, que se asemejaba a esa figura sui géneris de la cultura de la Tierra. Utilizaban la palabra "Dios" con fines didácticos, pero no solamente esa idea les interesaba de nosotros, sino también el arte. Pocos en el Universo sabían de esa raza (la nuestra) que brotara en la más absoluta anarquía y que trajera al mundo la rara virtud de conmover con la expresión estética de sus emociones. Hasta donde los Muchachos conocían (y eso en nuestro medio equivaldría al infinito) no había otra raza que produjese lo que llamamos arte.
- Se vienen tiempos importantes una vez que termine la cuarentena – prometía Mike -. Cuando sea designado el nuevo Soberano, seguro que va a venir para acá.   
Éramos una raza que había crecido a espadas de Dios. Me imaginaba al nuevo Soberano como un hombre luminoso montado en una nube, cuando de pronto, como si hubiesen despertado del letargo, una bandada de cuacs sobrevolaron el fogón. Mike y Aarón se miraron de reojo.
- ¿Qué animal es? – preguntó uno de mis amigos. Aarón y Mike sonrieron.
Capilla, por la eventualidad de cohabitar con Erks, era un centro de energía aparte de un lugar de avistamientos. Los humanos muertos, como enseñaba Tumuk, tenían tres opciones para ejercitar su libre albedrío: Continuar su desarrollo evolutivo hacia otro estado del ser; reencarnar en la Tierra o convertirse en "Entes". Estos últimos eran almas disponibles para el ejercicio de la magia negra y en lugares donde había gran concentración se los podía escuchar con el sonido característico del cuac.
- Son los que usan las brujas para hacer "daños" – explicaba Mike -, pero tranquilos, a ustedes los cuidan los Muchachos.
Los cuacs, como llamados a perturbar el juicio de algún alma, volaron raudos hacia la ciudad y la noche volvió a quedar en silencio. Mis amigos y yo aprovechamos para recapitular. En pocas horas nos habíamos enterado más de lo que uno espera de la vida. Mike parecía un hombre sereno y no teníamos porqué desconfiar de su sinceridad, sin embargo no era el tipo de relato que se aceptara sin pruebas. 
- Es una cuestión de tiempo. Con el final de la cuarentena todos se van a enterar - dijo Mike, y en el cielo a sus espaldas, para apuntalar sus palabras y herir nuestras dudas, se materializaron dos luces blancas, enormes, que bajaron en diagonal por detrás de las Gemelas.

2 comentarios:

  1. Recuerdo esas luces, eran como dos estrellas de mediana dimensión y pegadas por algo invisible a los ojos y con una velocidad de descenso lenta, recuerdo también la inmensa emoción que invadió, algo difícil de explicar por una mente racional, loco muuuuuuy loco
    Sh

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  2. También recuerdo a un boludo (yo) preguntando por el yeti, cada vez q me acuerdo me rio de mí mismo, perdón por mi poca evolución "muchachos", sigo siendo un homo sapiens jajaja
    Sh

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